jueves, 11 de octubre de 2012

¿Madre virgen/virgen Madre? O de cómo descarnalizar

cartón de JoaqQuin(o) Lavado
La mujer-madre en la trinidad católica queda deformada en el Espíritu Santo, insustancial, asexuada, etérea, por lo tanto excluido lo cualitativo femenino del triángulo, siendo trasladadas en su forma abstracta a Dios Padre, un Hijo, y un Espíritu Santo, ocultando la carne mater(ial)na, que no se disputarán, no habrá enfrentamiento entre padre e hijo. El cristianismo pretende disolver así, el Edipo. 
'¿Qué encontramos en el Edipo cristiano del Nuevo Testamento? Que María, es madre Virgen, inseminada por un Dios-Padre abstracto, que dan vida a un hijo, Cristo, identificado con Dios, que sacrificará su cuerpo terrenal en la cruz por lo eterno del espíritu, para demostrarles a todos, inmortalidad mediante, su condición divina junto con la de la Madre Virgen y el Dios-Padre. Un triángulo sin lugar a dudas psicótico, delirante, que pone de relieve la ausencia de lo carnal fundante, y en donde sus tres componentes están elevados a la infinitud sin cuerpo. (...) en el Edipo Cristiano se oculta la madre, lo materno-femenino, ese lugar arcaico de la primera etapa del niño cuando nace, organizadora de las primeras experiencias en unidad simbiótica con el cuerpo que le dio vida, una relación sin relación, donde no hay dos, sólo hay uno, sólo hay Cosa, y que es a partir de esta experiencia primigenia que se nutrirá el sentido de todo pensamiento. Con la Virginidad de María se produce el robo de la Cosa, la negación de la mater sensible, dotadora de afecto que abre sentido, el fundamento de la materialidad histórica en tanto que las primeras significaciones van surgiendo en la "coalescencia de afectos, sabores, olores, sapiencias rugosas o lisas, cavidades húmedas de un cuerpo erógeno […], ritmadas y conglomeradas por la melodía sonora de la voz materna que sintetiza y ordena el caos de las sensaciones y de las cualidades" (Rozitchner). Ley Cristiana que va a disciplinar en el cuerpo la sustancia sensible, el goce, imponiendo la sustracción del plusgozar, habilitando así la extracción de plusvalor, o el cuerpo (re) productivo (...) 
El cristianismo niega lo materno-femenino, y con ello, todas sus cualidades inscriptas (sensibilidad, afecto, materialidad originaria, goce) en nosotros en esa relación primaria con las pulsiones arcaicas, fundamento sensible de la conciencia. Ese lenguaje primero materno-femenino, es desplazado por la Razón Patriarcal, por el Dios-Padre. Pero esta materialidad ensoñada fruto de la experiencia arcaica madre-hijo, no desaparece, sino que permanece presente, ocultada por el lenguaje patriarcal, la cual a su vez utiliza como soporte para su desenvolvimiento, y que no la reconoce como lengua materna originaria origen del pensar humano, de la razón, de las pulsiones que todo lo mueven y transforman. Cuando el lenguaje materno es precisamente el fundamento de la materialidad histórica.
La religión cristiana de esta manera, se presenta como una doctrina anti-materialista. Un dispositivo mítico que se apodera de la infancia arcaica, poniendo en su lugar una madre Virgen, vaciada de sus componentes carnales y gozosos, que comunica la misma lengua que el padre.'

-"Sobre la Cosa y la Cruz", de Facundo Fontela

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