-Manuel Falcón
¿Cómo es posible
que una persona graduada de la carrera de Derecho de la Universidad Iberoamericana
bajo la tutela moral de los jesuitas; con una maestría en Políticas Públicas en
España, bajo la tutela de (la Fundación) José Ortega y Gasset; con un diplomado en el Instituto Panamericano
de Alta Dirección de Empresa bajo la tutela moral del Opus Dei; con un doctorado en Economía por la
Universidad Complutense, bajo la tutela de los catedráticos de la más antigua y
prestigiosa institución de estudios superiores de Madrid; con una maestría en
Gestión Pública en el Instituto Tecnológico de Monterrey bajo la tutela de los estrictos
empresarios regiomontanos, cómo es posible -se insiste- que con una educación
oficial y privada así, más el prestigio de haber sido gobernador de su estado natal, Javier
Duarte de Ochoa, un veracruzano oriundo de Córdoba, con apenas 43 años en el
momento presente (nació en 1973), se haya convertido en un delincuente perfectamente
organizado -rata peluda- para trasladar todo el presupuesto público de un estado a su cuenta
bancaria personal? La interrogante cimbra aun más si se tiene en cuenta que el
gordo jarocho era prácticamente un junior, hijo del acaudalado ganadero
Javier Duarte Franco. Pero quizá la repentina muerte de éste durante el terremoto de 1985 en la Ciudad de México (el empresario se encontraba en el
Hotel Regis) y la súbita conciencia de Javier Jr. de que a partir de ese
momento debía hacerse cargo de su familia, ¿lo impulsó (se autojustificó,
racionalizó) a pasar al acto, a llevar a la práctica su "derecho a robar" para evitar el temible descenso de clase social? ¿Los Duarte Franco y de Ochoa clasemedieros? ¡Jamás! Primero ladrones.
Por si lo
anterior fuera poco, el ex gobernador roedor
Javier, como Adán con Eva, encontró a su pareja ideal: Karime Macías en cuyos
cuadernos de raya escribió planas y planas enteras cual tarea escolar, la leyenda: "sí merezco
la abundancia"... por cualquier medio. Es decir, se integró un dúo especializado en el arte de saquear a la luz del día (dúo-arte o Du-arte) las
arcas públicas. Sin embargo, la PGR ya aclaró que la escribana del conjuro de la abundancia robada, la ávida
esposa de Duarte, no tiene orden de aprehensión. (No se pierda la
siguiente temporada de la serie: "El regreso de la cónyuge... por lo que quedó del erario veracruzano").
Para colmo, el arresto del defenestrado y vituperado ex gobernador,
cayó en vacaciones de Semana Santa, cuando la mayor parte de la opinión pública
anda en la baba playera buscando chelas-aunque-sea-calientes. Pero ahí están las omnipresentes redes sociales, para atrapar peces gordos y
tornarlos virales. "¿De qué se ríe Duarte?", preguntan los usuarios de Facebook
y Twitter que contemplan el video del arresto en Guatemala del obeso
priista (expulsado del PRI, en 2016 porque, según se argumentó entonces, el ratón jarocho
no sólo violó los Estatutos del Partido sino "los códigos de Ética" ¿A poco tienen varios?).
Y al instante ocurrió también el linchamiento en redes "sociales" (hirviendo de perfiles tiernos)
ya no sólo del ex gobernador sino también de las autoridades policíacas que lo aprehendieron. Se vertieron en cascada las teorías de la conspiración: "la PGR decidió
agarrar a Duarte precisamente ahora para levantar al PRI en las encuestas rumbo a las
elecciones de junio en cuatro estados". Complot de circuito cerrado: mala y sospechosa la
PGR si no captura a Duarte; mala y sospechosa la PGR si captura a Duarte. O dicho de otra manera: todos los
priistas son pillos y todos estaban de acuerdo en escenificar el arresto, aunque
Joaquín López-Dóriga, antiguo jilguero y valet parking de Televisa, haya intentado desviar
la atención apuntando al escondite de Duarte lo más lejos posible de Guatemala hacia ¡Whistler,
Canadá! (de entrada quiso señalar el Polo Norte, pero el teacher se dio cuenta de que sonaría exagerado).
Haiga-sido-como-haiga-sido
el aplauso por el arresto del veracruzano es general en México, pues al fin las
autoridades dan señales de intentar (voluntad política) atacar la impunidad (aún
falta el Duarte chihuahueño), pues con el rechoncho ex Ejecutivo cayó uno de los roedores más devastadores de
los últimos tiempos (otro, Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas, ya canta
ópera en Italia). Se espera por supuesto, que el caso del jarocho capturado no se cierre con sólo
ponerle el uniforme de cebra al barrigón. ¿Y los periodistas asesinados durante su período? La tácita red de complicidades debe
ser expuesta a la opinión pública si de veras se quiere aprovechar el efecto del golpe de
justicia de parte del gobierno priista en el poder. Narcos incluidos en la trama, por supuesto, pues también participaron en el estruendoso carnaval de cleptomanía de
Javier Duarte de Ochoa, el chico de la Ibero, de los alumnos del
cuadro de honor famoso por robarse dicho cuadro. Lo que Natura non da Salamanca non presta.
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