Elecciones
en cuatro estados: cuatro termómetros
-Manuel Falcón
Las próximas
elecciones en cuatro estados (Coahuila, Estado de México, Nayarit y Veracruz)
se encuentran a tiro de piedra. A dos meses solamente para que los
coahuilenses, los tolucos y los hijos del Nayar cambien de gobernador; mientras
que en Veracruz cambiarán 212 alcaldes. En cualquier otro momento político,
dichas visitas a las urnas constituirían un mero trámite; pero en el sexenio
del Regreso del PRI, con el copete de mascarón de proa, en las treinta y dos
entidades federativas se electriza la grilla a niveles nunca antes vistos. ¿Por
qué? Porque los sufragios de los cuatro estados mencionados son desde ya,
considerados un termómetro del sexenio priista y un oráculo para otear la Gran
Elección de 2018, la del cambio de Presidente. Por supuesto que el PAN, luego
de saborear las mieles del poder Ejecutivo durante dos sexenios (el de Tribilín
Fox y el de Felipito, el Soldadorate), quiere regresar a Los Pinos vía triunfo en Edomex de Josefina Vázquez Fuma. En el frente
de las izquierdas que antes sintetizaba el PRD, el efecto disolvente de AMLO,
las ha pulverizado hasta lo microscópico; con todo, no sueltan la CDMX, pero sí abren la puerta al fenómeno de las
candidaturas de Llanero Solitario, vulgo, independientes ¿Cuántos Broncos deslenguados
se zafarán la brida partidista en la próxima Gran Elección?
Conviene
recordar, en medio de la tensión (comedero de uñas) y el espíritu deportivo (corredor tumbando obstáculos)
ante los inminentes procesos
electorales, las asignaturas pendientes en cada estado donde se
depositarán
votos. Así, ¿acudirán a votar los coahuilenses con igual entusiasmo en
un
ambiente que aún hiede a Moreiras? ¿Qué espera el PRI para expulsar al
profesor
Humberto (doctor en Cleptomanías Comparadas I y II, por la Universidad
de
Barcelona)? En Nayarit, con la caza del fiscal Édgar Veytia en
territorio gringo,
¿qué espera el actual gobernador Roberto Sandoval para explicar a
detalle –con señales
y pelos del mostacho de Veytia- cómo fue que decidió colocar en su
gabinete estatal
al que ahora se sabe, es una distinguida y finísima persona narca? Y si
gana el candidato independiente Layín (Hilario Ramírez Villanueva), ¿propondrá a su congreso la Ley Roba-poquito y el Levantamiento-de-falda? ¿Acudirán
los veracruzanos a las urnas con la misma alegría jarocha carnavalesca, si
saben que su ex -gobernador, Javier Duarte de Ochoa, continúa alargando cual
cometa fugaz, la cola de su amplio currículum? ¿O qué es lo que sabe Duarte, que las
autoridades temen que confiese, cuando se decidan a atraparlo? Mientras, en el
Estado de México, el termómetro de termómetros, el índice profético, el
vaticinio hecho destino, la sede de terciopelo del Grupo Atlacomulco hoy en Los Pinos, ¿qué
esperan los priistas para dar señales punitivas sobre el ex gobernador Arturo Montiel Rojas?
Si el PRI de veras le apuesta a la cacería en grande, ¿por qué no desempolvar
el expediente del único atlacomulquense que ha comprado un (uno nomás: hay que
ser justos) castillo en Francia? ¿Por qué no proponer como compañera de fórmula
del candidato Alfredo Del Mazo Maza, a la experta montielense, Maude Versini? A
Dios dando y con Del Mazo demostrando.
Ojalá las
elecciones del 4 de junio resulten ejemplares en todos los sentidos; pero sobre
todo, ojalá sean prueba del ánimo de renovación y cambio de estilo y de manías de
las actuales autoridades sexenales, en materia de corrupción (el significado de
la propia palabra “corrupción”, por cierto, ya se corrompió; o más bien, ya no es un
significado unívoco sino multívoco con tantas y tan variadas categorías de especímenes
corruptos que se han descubierto hasta el día de hoy. Y contando. Se sugiere
imprimir ya el diccionario enciclopédico “México a través de los Siglos
Corruptos”). La consideración del resultado
de las elecciones del Estado de México como ecuación: triunfa como
gobernador Del Mazo Maza=triunfa como presidente el candidato de Peña Nieto,
debería someterse a un análisis más ponderado, pues para 2018, como se apuntó
antes, habrá en el escenario, mucho chango en su mecate (en su propia cola) con
insólitas posibilidades, dado el elemento sorpresa, de ganar un rinconcito cerca del cielo de Los
Pinos.
Al tiempo.
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