viernes, 1 de febrero de 2013

Sexenio regresivo de felipito

(...) Felipe Calderón, el enemigo del populismo de izquierda, fue el campeón del populismo de derecha. Montándose en las emociones más primitivas, su gobierno llegó a defender que, ante una disyuntiva entre reglas y justicia, habría que relegar la ley para entregar la plaza al castigo que demanda a gritos. Lo importante no era el derecho, sino lo que él llamaba Justicia. Para el presidente Calderón, la ley era traba, obstáculo pero, sobre todo, era coartada de los malos. ¿Qué queda de la política de legalidad y seguridad del gobierno de Calderón? El ridículo o el escándalo.

Los seis años de Felipe Calderón no solamente fueron tiempo perdido en la ruta del Estado, fueron lo contrario, un revés costosísimo en la ingeniería estatal y la cultura de la legalidad. El inmenso porcentaje de mexicanos que se indigna con la liberación de Florence Cassez por el simple hecho de que se violaron sus garantías procesales, es alumno de Felipe Calderón. Creen, como el expresidente, que las víctimas tienen un derecho al castigo que debe estar por encima de las frívolas solemnidades del procedimiento. Quienes repiten una y otra vez que Florence Cassez, la secuestradora francesa, fue liberada sin haber sido declarada inocente, son discípulos de Felipe Calderón, el presidente que se dedicó durante seis años a exhibir y a condenar en los medios de comunicación a los hombres a los que apresaba.
Esa es la lamentable herencia del gobierno de Felipe Calderón. Fue incapaz de fortificar al Estado, no digo la estructura de la represión centralizada, sino el órgano que aplica la ley, sujetándose a ella. Pero además, cultivó en la sociedad mexicana un discurso pernicioso y primitivo, incompatible con los elementales valores democráticos. Sed de venganza y desprecio de la ley.
-Jesús Silva-Herzog Márquez en La oportunidad perdida, 4 feb 013

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