El rapto de Perséfone
En el mito de Perséfone es donde se encuentra la explicación metafísica del origen de la primavera. Perséfone es hija de Deméter, la Madre Universal, la Naturaleza, la Madre de la vida. En una ocasión en que se hallaba disfrutando de un día en el campo, se fijó en un jacinto, y le pareció tan hermoso que se quedó mirándolo absorta. De repente, emergió de la tierra el dios de los mundos subterráneos, Hades, quien la raptó para hacerla su esposa y se la llevó al inframundo. Deméter recorre la Tierra buscando a su hija, pero nadie sabe dónde está. Deméter está desconsolada, ya no come ni duerme. Entonces, el mundo queda yermo, y en campos y ciudades todo se marchita sin augurios de renacimiento. Simultáneamente, una sequía se abate sobre el mundo, y los mismos bueyes permanecen inmóviles como estatuas, sin tirar de los arados, mientras las espigas, prontas para la recolección, se deshacen en blanco y estéril polvo. Ya nada le hace salir de su abatimiento, ni las ofrendas de los mortales ni las súplicas de los demás dioses. Zeus, que había sido cómplice del rapto de Perséfone, envía a Hermes para que Hades permita regresar a Perséfone a la superficie y se restaure la vitalidad de los campos, evitando la desaparición de la Humanidad. Hades consiente, no sin antes hacer comer a la hija divina unos granos de granada encantada que le harán retornar siempre.
Deméter recibe a su hija y le pregunta si no ha tomado alimento alguno en los infiernos. Enterada de la treta de Hades y conocedora del poder del fruto mágico, acepta el destino y le dice que mientras ella esté en las tinieblas, todo el mundo estará yermo (invierno), y que cuando retorne a la luz de la superficie, ella hará que toda la naturaleza lo festeje (primavera, verano). Así se relaciona el mito del rapto con los ciclos anuales. Sólo un tercio del año permanecerá Perséfone con su esposo, y el resto, con su madre. Deméter resucita la vida en los campos. Una de las fiestas que se celebraban en la Grecia arcaica eran las Cloias, que se celebraban en primavera, cuando los brotes verdes obraban el renovado milagro de romper los terrones y surgir pujantes de la tierra negra. El pueblo se reunía en torno a este fenómeno de la naturaleza. Tranquilos y pacientes, observaban cómo la tierra reverdecía, cómo del inframundo surgía Perséfone en forma de hierba.
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