viernes, 15 de marzo de 2019

De ubicar(se)

Limbo. Lugar que no existe, y menos desde que el papa Benedicto XVI lo abolió el 20 de abril de 2007. Reflejaba una visión excesivamente restrictiva de la salvación, y faltó poco para que Ratzinger no se atreviese a abolir de paso el cielo, el infierno y el purgatorio. Estar en el limbo fue paradigma de estupidez, no sólo de beatitud, aparte de constituir un absurdo jardín preescolar para los niños no bautizados. En el libro sexto de su Eneida, Virgilio puso los limbos en la entrada de los infiernos: "A la hora en lo primero de la entrada/ Oyó mil vivos gritos, i gran llanto/ Que las almas hacían de tiernos niños/ A quien el negro día de la muerte, / Ayunos de gustosa, i dulce vida/ Arrebató la sabrosa teta/ Y soterró en la triste sepultura". Pero en el caso de Virgilio aquellos limbos revestían tradiciones órficas de gran calado, no la tremenda culpabilidad de nacer llevando encima el estigma del pecado original. Los huicholes en sus náma, colgantes o escudos simbólicos que ponen en sus flechas de oración, dibujan un lugar, el pantano de stuluwiakame, camino del país del peyote, donde nacen los niños. "Según la interpretación, el diseño representa niños en este pantano. Encima del centro hay dos niños que aún no han nacido y, debajo, cuatro que ya nacieron. El 'lugar donde nacen los niños' recibe también el nombre de taté mateñeli. Este náma debe llevarse al fangal durante el peregrinaje del peyote". ¿El limbo es frío o caliente? Seguramente era tibio. El náma del pantano, aún entre el nacer y el no nacer, es frío, húmedo, aparte de entrañar femineidad y fertilidad.

-en Mapamundi de lugares insólitos, míticos y verídicos de Luis Pancorbo, edición 2015, del Fondo de Cultura Económica

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