El pueblo contra la democracia
-Mario Schettino, 19 feb 2019, El Financiero
Yascha
Mounk es un joven profesor, director del Centro Tony Blair para el
Cambio Global y da clases en Harvard. Su libro más reciente, publicado
hace casi un año, se titula El pueblo contra la democracia, que
se suma a la creciente bibliografía que intenta explicar lo que
estamos viviendo en el mundo. Es un libro interesante, del que hoy le
presento un resumen, y mañana mi opinión al respecto.
Mounk dice que "existen tiempos ordinarios, cuando las decisiones políticas influyen
en la vida de millones de personas, pero las características básicas de
la vida colectiva no están en juego… y hay tiempos extraordinarios,
cuando los contornos básicos de la política y la sociedad se renegocian…
como resultado, los habitantes de estos tiempos extraordinarios
consideran que lo que está en juego en política es algo existencial" (...) "Hoy es cada vez más claro que vivimos en tiempos extraordinarios: en
tiempos en los que las decisiones que tomemos, determinarán si el caos
terrífico se extenderá; si se liberará una crueldad inconfesable; si un
sistema político –la democracia liberal– que ha hecho más por la paz y
la prosperidad que cualquier otro en la historia de la humanidad, logra
sobrevivir".
De ese tamaño
es la amenaza, pues, y Mounk cree que lo que estamos viendo es la
separación de la democracia y el liberalismo, dos conceptos que casi
siempre imaginamos juntos, pero que no son lo mismo, dice él. Democracia
es la capacidad de un sistema para trasladar las preferencias de la
población hacia la toma de decisiones del gobierno; las instituciones
liberales, por su parte, protegen el Estado de derecho y las libertades
(derechos humanos).
El libro
consta de nueve capítulos, divididos en tres partes. En la primera,
describe con detalle esta separación entre democracia y liberalismo, que
le permite identificar cuatro espacios: la democracia liberal (pone a
Canadá como ejemplo), la democracia iliberal (Polonia), el liberalismo
no democrático (Unión Europea), y la dictadura (Rusia).
El primer caso
es el que usted conoce genéricamente como democracia: hay elecciones,
fuentes de información independientes y confiables, igualdad de
condiciones en la competencia, libertades amplias (expresión, reunión,
etc.).
En el segundo, la democracia iliberal, hay elecciones, pero nada
más: ni la información es independiente ni hay competencia en igualdad
de condiciones, y los derechos se van limitando. Es lo que ha ocurrido
en Hungría, Turquía, y cada vez más en Estados Unidos. Es la consulta
del aeropuerto acá en México, y buena parte de lo que ha ocurrido desde
entonces.
El caso del
liberalismo no democrático se refiere a cuando una parte sustancial de
las decisiones que tienen que ver con la sociedad no se toman por
personas electas, sino por expertos en organismos autónomos. Mounk pone
el ejemplo de EEUU: en 2007 hubo 138 leyes promulgadas por el Congreso,
frente a 2, 926 reglas originadas en las abundantes agencias de ese
país. Obviamente, la Unión Europea es el caso más evidente, y por eso
la fijación de los movimientos populistas en dicho continente, en contra de
'Bruselas'.
En la segunda
parte del libro analiza las tres razones por las cuales cree que esto
está ocurriendo: las redes sociales ( que al romper el flujo de información "de uno a
muchos", destruyeron la lógica que sostenía a
la democracia liberal en su tercera reencarnación; así como los
periódicos destruyeron la primera; y el cine y la radio la segunda) ; el estancamiento (y desigualdad
económica); y la identidad, que él identifica directamente con
cuestiones étnicas. Afirma, por ejemplo, que la democracia liberal pudo
ser exitosa porque los países tenían mayorías étnicas homogéneas.
En la
tercera parte, ofrece respuesta a estas tres causas: domesticar el
nacionalismo, resolver la economía, renovar la fe cívica.
Para Mounk, el
populismo actual es precisamente esa democracia iliberal. Voluntad del
pueblo que destruye instituciones, elimina órganos autónomos y expertos,
aniquila derechos, y anula la ley. Coincide en eso con Platón y
Aristóteles -creo-, quienes no eran afectos a la 'democracia'.
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