Bar del Folies Bergère, 1881, Edouard Manet (amplíese)
Como se indicó antes (véase la entrada del jueves 12 de agosto de 2010, titulada "Espejo"), el pintor francés Manet gustaba de ofrecer secretos en sus escenas. En este caso, ya se dijo antes, nos reveló la discreta declaración de amor de un caballero a la barista rubia llamada Suzon, quien de manera imposible se refleja en el espejo cuando le coquetea el hombre del sombrero de copa, que le coloca flores en el pecho. Ahora bien, si se revisa bien la composición, Edouard Manet le da más espacio a la zona izquierda del cuadro para exhibir reflejándolos en el gigantesco espejo de la barra del Folies Bergère (Manet ejercía así, de paparazzo del siglo XIX), a las y los socialités de la época que se situaban en la platea -el lugar más caro- desde donde contemplaban, justo por debajo, el espectáculo de la bella bailarina del trapecio (véanse las piernas con mallas verdes). Ahí se encuentra precisamente una elegante dama asidua de la noche francesa, Méry Laurent, una imponente belleza pelirroja de vestido blanco, guantes de gamuza amarilla y sombrero negro. Méry no sólo era amiga de Manet, sino de muchos otros pintores, actores y galanes de la época. Es a Méry, la gran Señora, a quien la joven y humilde barista Suzon observa con gesto de tristeza, pues descubre que la Laurent tiene un acompañante: el mismo caballero que antes, en la barra, le colocó unas flores en el pecho y le declaró su amor a Suzon. ¿Denuncia así Manet a un rival en amores?
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