lunes, 21 de mayo de 2018

2 poetas franceses 2: ¿México surrealista?


Hay que darle a las palabras sólo la importancia que tienen en los sueños
-Antonin Artaud en 'El teatro y su doble'

Artaud vino a México a segarle los pies a la civilización occidental, a colocar una bomba ahí abajo y volar por los aires los cimientos de la razón. "Yo he venido a México (estuvo apenas nueve meses) a reemplazar una civilización por otra, a reaccionar contra la superstición del progreso, a buscar una nueva idea del hombre", afirmó el escritor, poeta, actor y dibujante francés (Marsella, 1896 - Ivry, 1948). Cuando llegó a México ya había roto con el surrealismo. Mientras Breton se empeñaba en fusionarlo con la revolución socialista, para él debía parecerse más a "las patadas del ser que dentro de nosotros lucha contra toda coerción, una interior resurrección contra todas las formas del Padre". En 1933 había escrito una pieza titulada La conquista de México, concentrada en la procesión funeraria de Moctezuma, que nunca llegó a representar. Dos años después sí subió a las tablas Los Cenci, uno de los primeros esbozos del teatro de la crueldad: sin apenas diálogos, muchos de ellos balbuceos o chillidos, vaciando la escena de lenguaje para dejar que hable el cuerpo como en una violenta danza primitiva. Aquello no duró ni dos semanas en la cartelera de París. Durante su estancia en México, malviviendo en la capital, vendiendo algún texto a los periódicos, buscando refugio en amigos como la pintora María Izquierdo o el escultor Luis Ortiz Monasterio, cansado de arrastrarse por las esquinas para comprar opio, decidió emprender un viaje a caballo hasta el norte, rumbo a la sierra de Chihuahua."No fui a México a hacer un viaje de placer, fui a encontrarme con una raza que pudiera entender mis ideas", dejó escrito en Viaje al país de los Tarahumaras. La "raza-principio" que vivía en "la montaña de los signos", donde "los grandes mitos antiguos vuelven a ser actuales" y "no existe pleitesía a un Dios" sino "al principio trascendente de la naturaleza" que une "las fuerzas del Macho y la Hembra, representadas por las raíces hermafroditas del peyote", el cactus alucinógeno sagrado para algunas culturas prehispánicas, ayudó a Artaud a "respirar un aire metafísico". Artaud anotó: "pasé dos o tres días con los tarahumaras. Pienso que fueron los días más felices de mi vida". Con ese anhelo por lo ritual, el poeta francés llegó a México. A diferencia de otros vanguardistas, más que la experiencia de la Revolución, él buscaba una experiencia cósmica o mística, creía que había una cultura ancestral anterior a la europea, un renacimiento de lo prehispánico y una expulsión de la cultura europea y cristiana.
 -Fragmento de La felicidad mexicana de Artaud, 22 feb 2018, de David Marcial Pérez, en El País

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El amor está antes que usted. Ámelo.
-Andre Breton
 Tal vez no se ha reparado lo suficiente en las consecuencias simbólicas de que Andre Breton (Tinchebray, 8 feb 1896 – París, 28 sep 1966) haya llamado a México "el lugar surrealista por excelencia". Aunque se trata de una anécdota tangencial, este bautizo de México en las aguas del surrealismo no deja de ser significativo. La interpretación habitual de la frase, que se ha convertido en el resumen de su estancia, ha dado lugar a un malentendido con la vanguardia. El surrealismo ha penetrado en el lenguaje cotidiano como un sinónimo de la forma pintoresca del

absurdo, dando lugar a la costumbre de emplear un término relativo a la voluntad de ruptura en las artes y la literatura para describir los aspectos premodernos del carácter nacional. En medio de un embotellamiento interminable o enfrentados a un enredo político insólito, los mexicanos recuerdan gustosos las palabras de Breton, y llaman surrealistas a los tropiezos de su camino a la modernidad. La visita, en vez de situar a México en la avanzada de la cultura, reforzó la certeza de la excentricidad mexicana. En la geografía de la vanguardia, México ha ocupado entonces un lugar emblemático por virtud de su atraso. Siguiendo esta interpretación, la presencia del surrealismo en México habría respondido al objetivo de apreciar los aspectos excéntricos de la nación, y no al deseo de celebrar un encuentro con la cultura mexicana, su posible semejante. Breton habría descubierto en México la tierra del buen salvaje de la vanguardia, una región del mundo que se ahorró el tedioso rodeo de la historia, naciendo inocente y surrealista. La revolución propuesta por los manifiestos artísticos en Europa sería irrelevante, porque México yace, desde siempre, inmóvil en el origen. Lo que en los cenáculos de París apenas se atisbaba en sesiones de escritura automática, sacudiendo los sueños para dar con un trozo de evidencia, en México se tenía en estado silvestre, al alcance de la mano en la forma de una calavera de azúcar. El país habría atraído a la vanguardia por padecer una forma particular del retraso cultural, como si visitarlo fuera el equivalente espacial de un viaje al inconsciente.

-Fragmento del artículo Breton en México: una apostilla, de Humberto Beck, en 'Letras Libres', 31 de agosto de 2002

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