lunes, 12 de septiembre de 2016

Editorial de Sanlunes/ El sacramento de la marcha

Marcha por la Familia… de Margarita Zavala
  
No seguirás a la mayoría para hacer el mal,  
ni testificarás en un pleito inclinándote a 
la mayoría para pervertir la justicia
-Éxodo 23: 2 

  -Manuel Falcón
¿Cuál fue el objetivo de la Marcha por la Familia azuzada por curas? “Defender la familia”, dijeron. Pero, ¿quién la ataca? Porque nadie en México se opone ni se ha opuesto a la existencia de familias de parejas heterosexuales decentes que cual conejos se reproducen como Dios macho soltero manda. Según se confirma, la mecha que prendió fuego a las sotanas del clero católico (imagen súbita: cardenal en ardiente minifalda) fue la declaración del presidente Peña Nieto, el pasado 17 de mayo: “en la Constitución mexicana se debe incluir el derecho al matrimonio igualitario ‘para evitar las restricciones injustificadas’ que actualmente impiden que personas del mismo sexo contraigan matrimonio en la mayoría de los estados, por lo que he enviado una iniciativa en ese sentido al Congreso”.  Es decir, el presidente Peña famoso por su impopularidad creciente, respaldó la boda gay como ya lo han hecho en la actualidad, 19 países del mundo (Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Colombia, España, Estados Unidos, Francia, Holanda, Irlanda, Islandia, Luxemburgo, Noruega, Nueva Zelanda, Portugal, Reino Unido, Sudáfrica, Suecia y Uruguay). Contra él entonces, contra el presidente de México, se organizaron las marchas del clero católico. Las marchas no fueron entonces por defender la familia sino, en realidad, marchas anti-Peña.
¿Por qué? Es la moda. Si un empresario gringo de la calaña de Trump puede venir a sus anchas a despeinar a Peña; si la Coordinadora de maestros no docentes le soplan al copete un día sí y otro también; si los periodistas le descubren casas y departamentos blancos por doquier; ¿por qué la jerarquía católica no puede aprovechar el viaje para aporrear con incensarios a Peña Nieto?  “Tenemos el derecho a criticar”, rugen cardenales y obispones; “nuestro deber es defender la familia”… de Margarita Zavala. Los ensotanados ya recibieron la gracia de Dios –divino solterón empedernido- para descubrir el milagro de la reproducción de los peces y ¡los panistas! Así es: “¡que regrese el PAN a Los Pinos!”, aúllan a coro las monjas fletadas en camiones de los Altos de Jalisco que engordan con su masa la marcha-manifestación de Guadalajara. Pero la realidad real, no la celestial, es que los mexicanos vivimos en un Estado laico. Benito Juárez sí existió y echó a la Iglesia fuera del poder político. Por eso ahora todas las religiones se valen en nuestro país. ¿Por qué atacar entonces con beatas acarreadas, so pretexto histérico de que “la familia está en peligro”, al presidente priista del país? Obvio, los curas extrañan al partido conservador: piden PAN y no les dan... tanto como le$ dieron los blanquiazules.
Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Mexicana recuerda con lágrimas de beatitud en sus ojitos de cocodrilo, al gobernador Emilio González Márquez que, ebrio de poder, le entregó un cheque de 90 millones de pesos al cardenal Juan Sandoval para que construyera Cristerolandia (vulgo, el Santuario de los Mártires Cristeros). ¡Un templo monstruoso (“el más grande de América Latina”, ladró en esa ocasión su Excedencia emérita) con cargo al erario y equivalente, en su estilo arquitectónico de dispendio megalomaníaco, a la Villa Patoamericana! Sin embargo, mediante una marcha multitudinaria, sin acarreados como los del sábado, se le recordó al entonces gobernador panista que nuestro país es gobernado por un Estado laico (es decir, donde caben, sabiéndolas acomodar, todas las creencias: desde fieles a los OVNIS, krishnas, aleluyas, protestantes, católicos y las maxifaldas de la Luz del Mundo. Y a todas las mentadas religiones les corresponderían, en justicia, sendos cheques similares a los del prelado rapaz). Por ende, el cardenal Sandoval, con la cola entre las patas, tuvo que devolver el cheque de marras, en medio de rechiflas y mentadas (que luego le repusieron los ensarapados empresarios tapatíos mochos que invirtieron así, en su coto privado en el cielo).
Por tanto, la Iglesia católica mexicana (misógina, homofóbica, dogmática, conspiracionista) no necesita usar a los gays como chivos expiatorios. Nadie está atacando a “la familia”. Nadie quiere dañar a los niños (“los homosexuales los quieren adoptar para violarlos”, difaman histéricos mientras encubren a los sacerdotes pederastas); nadie quiere destruir “el sacramento del matrimonio” (defendido ferozmente por curas solterones mantenidos). Lo que el presidente de México propuso fue reconocer los derechos de ciudadanos homosexuales que de facto ya forman parejas y ya adoptan hijos (véase el caso de Juan Gabriel). El clero alarmista así, debe dejar de mentir y azuzar a las amas de casa nutridas de telenovelas, y revelar su verdadero deseo: presionar para que regrese su partido favorito a Los Pinos: el PAN. 

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