lunes, 16 de febrero de 2015

Patria, Patria, tus hijos te juran exhalar en tus aras su (mal) aliento/ O del concepto de 'patria' y 'civismo' al borde del agujero del mercado Corona

Un sargento pasa revista al pelotón, camina entre las filas viendo las caras de los soldados, se detiene ante uno de ellos y pregunta:
- Soldado, para usted, ¿qué es la patria?
El soldado piensa en su lugar de origen, en el terruño, y responde:
- Mi madre, sargento.
El sargento no dice nada, refunfuña y pasa a interrogar al soldado siguiente justo a la derecha del anterior:
- Soldado, para usted, ¿qué es la patria?
- Mi tía, señor
- ¿Cómo que su "tía", soldado?
- Lo que pasa es que la madre de él -apunta al soldado antes interrogado- y mi mamá son hermanas, mi sargento. Somos primos



¿Cómo debe entenderse hoy en día el concepto de patria en plena era digital global, trasnacional, cosmopolita, de turistas y migrantes nómadas sin fronteras? 
La palabra patria deriva de pater, 'padre', en el sentido de 'país donde nací o nacimos (nación) de nuestro padre'. Es decir, en el origen de la palabra reside un significado que remite a la familia patriarcal. En contraste, hay quienes abogan por otorgarle mayor relevancia al vocablo matria -como el chistorete del epígrafe-, pues se nació -de ahí nación- de una madre y de ella se aprende la lengua... materna. Así, el oxímoron 'madre patria' se formula como síntesis de género.  
Y el concepto de familia patriarcal se traslada a la casa; de la casa se pasa al barrio o colonia; la colonia se encuentra dentro la ciudad; la ciudad se subsume en zona metropolitana (o ciudades colindantes que conforman un vasto espacio común); de la zona metropolitana se pasa al estado; del estado a la región (occidental, en el caso de Jalisco); y de la región finalmente, se arriba a la noción de país. 
A lo largo de la escalera cívica que comienza con el peldaño de la familia y culmina en la nación o país, se van adquiriendo señas y contraseñas de identidad: idioma, religión, clase económica, educación, alimentación, vestimenta (del taparrabo o jeans de primeros auxilios al ajuar de marca), usos y costumbres ('me dijeron que la novia se casa de blanco y el novio de negro o viceversa según su virginidad'), música, mitos, ritos y festividades comunitarias ('voy de rodillas a la basílica de Zapopan/ voy de rodillas con el psicoanalista de moda'), formas de organización política (o formas del caos administrado), etcétera. 
Frente al concepto de patria surge una convicción que es convención social: es mejor ser patriota, esto es, tener amor a la patria, que declararse antipatriota (o 'masiosare' o 'malinchista', se acusa en México, ignorando la vida de la Malinche). Pero, ¿cómo se puede amar a la patria? "Yendo al origen", sugieren algunos, "para reconocer a los padres (paters) fundadores". A ellos es a quienes se debe amar, agradecer, honrar, bajo el concepto de "héroes" que se sacrificaron, que dieron la vida por nosotros, esto es, que murieron por la patria. Adviértase el cariz hagiográfico en paralelo con santos y profetas. Y así, se torna al origen de la fundación mítica o nacimiento (nación) del país.
Pero existe un pero histórico: en plena crisis de la estructura familiar tradicional, del modelo de pareja monogámica como reducto total del afecto que se ve desmantealdo por los divorcios a la alza, la violencia intrafamiliar (para algunos, consustancial al modelo de compañera/o rebajado a objeto de propiedad privada), con el incremento las "madres solteras" (eufemismo para señalar el abandono irresponsable del macho) y demás conflictos (auto)destructivos de la denominada con criterio de microscopio "célula básica de la sociedad", primera instancia de identidad con déficit de sentido, pues la biología celular no configura destino cultural, social.
Ahora bien, en la selección de la casa y del consiguiente barrio (o coto privado de pobres), aparece el alto costo de la vivienda, al cual se somete la mayoría como fatalidad por el imperativo categórico de poseer la propia propiedad privada (lo cacofónico invita a formular la obvia pregunta: ¿por qué empeñar la vida por cuatro paredes?) para lo cual, la familia se hunde en deudas y empeña hasta la camisa, solicita préstamos bancarios, hipotecas, créditos, etcétera, para vivir "decentemente" (léase con seguridad y sin ladridos vecinales).  
Y aquí surgen los dilemas de coexistencia o aislamiento, la falta de sentido comunitario ante la violencia cotidiana de soportar el fantasma del Otro bajo la forma de robos, asaltos,  pandillerismo, hostigamiento y acoso. Situados en un escenario caracterizado por la mala calidad de los servicios públicos: calles en mal estado, aceras rotas, luminarias sin luz, recolección de basura abandonada por días, higiene urbana que echa los desperdicios bajo la alfombra de asfalto, servicios de agua anegados y electricidad cortocircuitada, seguridad policíaca temible por su falta de respeto a los derechos humanos, la devastación progresiva del medio ambiente (imagen de tala de árboles en cámara lenta), el horizonte tóxico poblado de torres desde cuya altura (galán que mira hacia abajo desde su loft) se perciben las avenidas atestadas de transporte público y privado en debido desorden. 
Ante semejante apocalipsis municipal, las familias pertrechadas en casas  y departamentos, piden socorro a las autoridades (sic de sabadazo o vacío de poder) para que ya no mejoren sino simplemente garanticen los servicios urbanos básicos. Lo cual revela claves de identidad y pertenencia: se es tapatío rezongón, zapopano que protesta, tonalteca resignado o chilango que llegó de visita y fue domesticado por el paisaje selvático.
La ciudad, lo urbano: plano de realidad que se nos impone ¿Cómo, con qué identificarnos, cómo amar, entonces, la abstracción llamada verbigracia, Guadalajara? ¿Qué se quiere decir cuando se afirma: amo "mi" ciudad? ¿Se ama a cuál de sus partes: casas, calles, colonias, edificios, plazas, monumentos, etcétera?
Es aquí, llegados a este punto cataclísmico, donde se insta a fomentar como último recurso, la enseñanza oficial del civismo (de civitas, ciudad), materia escolar que lucha por sobrevivir a su anacronismo instantáneo (concebido y enseñado mal: como Manual de Carreño para cruzar la calle) en ya muy pocos planes curriculares. ¿Qué índice contendría, qué temario implicaría, la materia de civismo?
Se parte de la hipótesis de que quien no ama (acepta, entiende, comparte, disfruta) su ciudad, no logrará amar su país. ¿Pero -again- qué significa "amar el país"? ¿Qué partes deben amarse? ¿Cabe la fórmula abstracta y retórica de amar toda la nación? ¿Es viable en términos de lógica sensata, dicha afirmación?

1 comentario:

elexploradordeloreal dijo...

Sin preguntas no hay filosofía. Lo que explicaría en parte por qué en nuestra cultura hay tan poca filosofía, y, si tan dada, a la obsesión por nuestra identidad. Preguntar: es ya condición de madures cívica; y tu disertación, descubre una realidad mexicana que es multifacética, pero no, inaprehensible. Contaminada sí, y, hasta el borde; tanto... Que respiramos civismog!!