Hidalgo, según el retrato de Lucas Alemán, "era de mediana estatura, de ojos verdes y vivos, vigoroso"
Relación de la entrada (*) del serenísimo señor Hidalgo, generalísimo del ejército
americano, a la ciudad de Guadalajara, capital de Nuevo Reino de Galicia,
la mañana del 26 de noviembre de 1810
Luego que esta capital, tuvo la noticia del arribo de su alteza
serenísima el señor don Miguel Hidalgo y Costilla generalísimo de
América al pueblo de San Pedro, Tlaquepaque, distante una legua, se adelantó a
tributarle los más tiernos y respetuosos homenajes por medio de sus
diputados, así la Real Audiencia, Cabildo Eclesiástico, Universidad,
Consulado y demás cuerpos, tanto políticos, como militares, habiendo
dispuesto para el efecto, la casa más cómoda y adornada magníficamente y
después de haberle servido su magnífico banquete, y exquisito refresco,
a la noche se tomaron las más acertadas providencias, para su entrada
en la capital, que se dispuso en los términos siguientes:
Reunidos en la misma casa, los propios cuerpos, comenzaron a desfilar
todos los regimientos de caballería, parcialidades de los pueblos
circunvecinos y por su orden los referidos tribunales, en magníficos
coches.
A su continuación seguían los batidores, luego la artillería,
precedida de un trozo de músicos, después formados en dos alas, los
señores brigadieres, coroneles, tenientes coroneles, sargentos mayores,
capitanes, y alféreces siguiendo a tres personajes, que conducían las
banderas y estandartes, y en medio de esta comitiva, el coche de su
alteza en el que lo acompañaban, el señor teniente general don Mariano
Balleza, el excelentísimo señor gobernador político don José María
Chico, y el señor licenciado don José Reynoso, gentil hombre nombrado
por la Real Audiencia y Ayuntamiento, para la conducción de su alteza
luego seguía otro golpe de música, a la caballería de otros regimientos
de dragones, que cubrían la retaguardia, siendo innumerable la gente que
rodeaba esta comitiva, en coches y caballos, con el innumerable pueblo
que por toda la estación incesantemente clamaban por la vida de su
alteza.
De este modo, fue conducido hasta la puerta principal de la santa
iglesia catedral siendo exquisito el gusto en el adorno no sólo de las
calles de su tránsito, sino en toda esta ciudad, así como el estruendo
de todas las iglesias con sus repiques, unidos con el de la artillería;
el cabildo eclesiástico recibió a su alteza en el atrio de la iglesia,
en cuya puerta tomó el agua bendita; habiéndose dispuesto para el efecto
un altar portátil, y luego conducido al altar mayor, hizo oración, y
bajó a sentarse en el dosel, ínterin se entonaba en el coro a toda
orquesta el Te Deum, y las oraciones que revestido de capa entonó el
señor deán.
Concluida esta ceremonia, se condujo con el mismo acompañamiento al
real palacio, en cuyo salón principal, magníficamente adornado y bajo de
dosel, tomó asiento su alteza para recibir al B. M. de todos los
cuerpos, y de la oficialidad y nobleza, manteniéndose el repique general
de campanas, y salvas de artillería ínterin desfilaron por el frente de
palacio, las tropas, haciendo los debidos honores a su alteza.
Se sirvió un magnífico banquete de más de ciento veinte cubiertos y
luego que se regresó su alteza del palacio se sirvió a la noche en los
mismos términos un exquisito refresco.
En esta noche, y en las dos siguientes se iluminó toda la ciudad con
cera, y aceite, y en la primera se dio una función en el coliseo donde
al entrar su alteza fue recibido por todo el pueblo con un viva general a
que correspondió su alteza con demostraciones de la mayor ternura.
Se representó en el teatro una pieza dramática en su elogio, y en
cada escena victoreaba el pueblo a su alteza manifestando todos su
regocijo en la franqueza con que llenaron las tablas de monedas de oro, y
plata para premiar a los autores el cortejo con que obsequiaban al
señor generalísimo, cuya vida guarde, Dios por muchos años para amparo
de la nación americana.
Cuartel general de América en Guadalajara,
noviembre 28 de 1810.
(*) Todo el cortejo debido a su alteza en esta entrada pública, fue
procurado por el señor brigadier don José Antonio Torres, primer jefe
que entró con sus tropas a esta capital a tomar posesión de ella a
nombre de su alteza.
J. E. Hernández y Dávalos, Historia de la Guerra de Independencia de
México. 1877, José M. Sandoval, impresor.
Edición facsimilar 1985. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la
Revolución Mexicana.
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