lunes, 15 de septiembre de 2014

Recepción tapatía/ Brincos diera Peñañeto

Hidalgo, según el retrato de Lucas Alemán, "era de mediana estatura, de ojos verdes y vivos, vigoroso"
Relación de la entrada (*) del serenísimo señor Hidalgo, generalísimo del ejército americano, a la ciudad de Guadalajara, capital de Nuevo Reino de Galicia, la mañana del 26 de noviembre de 1810

Luego que esta capital, tuvo la noticia del arribo de su alteza serenísima el señor don Miguel Hidalgo y Costilla generalísimo de América al pueblo de San Pedro, Tlaquepaque, distante una legua, se adelantó a tributarle los más tiernos y respetuosos homenajes por medio de sus diputados, así la Real Audiencia, Cabildo Eclesiástico, Universidad, Consulado y demás cuerpos, tanto políticos, como militares, habiendo dispuesto para el efecto, la casa más cómoda y adornada magníficamente y después de haberle servido su magnífico banquete, y exquisito refresco, a la noche se tomaron las más acertadas providencias, para su entrada en la capital, que se dispuso en los términos siguientes:

  Reunidos en la misma casa, los propios cuerpos, comenzaron a desfilar todos los regimientos de caballería, parcialidades de los pueblos circunvecinos y por su orden los referidos tribunales, en magníficos coches.

 A su continuación seguían los batidores, luego la artillería, precedida de un trozo de músicos, después formados en dos alas, los señores brigadieres, coroneles, tenientes coroneles, sargentos mayores, capitanes, y alféreces siguiendo a tres personajes, que conducían las banderas y estandartes, y en medio de esta comitiva, el coche de su alteza en el que lo acompañaban, el señor teniente general don Mariano Balleza, el excelentísimo señor gobernador político don José María Chico, y el señor licenciado don José Reynoso, gentil hombre nombrado por la Real Audiencia y Ayuntamiento, para la conducción de su alteza luego seguía otro golpe de música, a la caballería de otros regimientos de dragones, que cubrían la retaguardia, siendo innumerable la gente que rodeaba esta comitiva, en coches y caballos, con el innumerable pueblo que por toda la estación incesantemente clamaban por la vida de su alteza.

  De este modo, fue conducido hasta la puerta principal de la santa iglesia catedral siendo exquisito el gusto en el adorno no sólo de las calles de su tránsito, sino en toda esta ciudad, así como el estruendo de todas las iglesias con sus repiques, unidos con el de la artillería; el cabildo eclesiástico recibió a su alteza en el atrio de la iglesia, en cuya puerta tomó el agua bendita; habiéndose dispuesto para el efecto un altar portátil, y luego conducido al altar mayor, hizo oración, y bajó a sentarse en el dosel, ínterin se entonaba en el coro a toda orquesta el Te Deum, y las oraciones que revestido de capa entonó el señor deán. 

  Concluida esta ceremonia, se condujo con el mismo acompañamiento al real palacio, en cuyo salón principal, magníficamente adornado y bajo de dosel, tomó asiento su alteza para recibir al B. M. de todos los cuerpos, y de la oficialidad y nobleza, manteniéndose el repique general de campanas, y salvas de artillería ínterin desfilaron por el frente de palacio, las tropas, haciendo los debidos honores a su alteza.

  Se sirvió un magnífico banquete de más de ciento veinte cubiertos y luego que se regresó su alteza del palacio se sirvió a la noche en los mismos términos un exquisito refresco.
En esta noche, y en las dos siguientes se iluminó toda la ciudad con cera, y aceite, y en la primera se dio una función en el coliseo donde al entrar su alteza fue recibido por todo el pueblo con un viva general a que correspondió su alteza con demostraciones de la mayor ternura. 

  Se representó en el teatro una pieza dramática en su elogio, y en cada escena victoreaba el pueblo a su alteza manifestando todos su regocijo en la franqueza con que llenaron las tablas de monedas de oro, y plata para premiar a los autores el cortejo con que obsequiaban al señor generalísimo, cuya vida guarde, Dios por muchos años para amparo de la nación americana. 


Cuartel general de América en Guadalajara, 
noviembre 28 de 1810.


(*) Todo el cortejo debido a su alteza en esta entrada pública, fue procurado por el señor brigadier don José Antonio Torres, primer jefe que entró con sus tropas a esta capital a tomar posesión de ella a nombre de su alteza.


J. E. Hernández y Dávalos, Historia de la Guerra de Independencia de México. 1877, José M. Sandoval, impresor. Edición facsimilar 1985. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana.

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