sábado, 21 de noviembre de 2020

Tributo

 

Tribeckoning, 1983, Leonora Carrington

Al atardecer, en una esquina del entorno urbano, tres mujeres conversan al pie de una luminaria del alumbrado público, bajo la luna en cuarto creciente que sonríe en el cielo; una niña dejó su bicicleta y garabatea en el piso. Las mujeres exhalan vaho, hace frío. Es una clásica escena de plática entre adultos que es ajena al juego de la infante. Una muestra de cómo las personas mayores subestiman la inteligencia de los niños, pues siempre suponen que no entienden las palabras ni los conceptos de los adultos. Incluso alcanza la categoría de insulto reclamar a un adulto, por ejemplo, sobre su comportamiento "infantil". Si supieran que los niños siempre comprenden y están descifrando a los adultos; los infantes son testigos apasionados e inteligentes -al grado de hacer creer a los adultos que "no entienden"-, y aunque en la infancia se carece en ocasiones, de las palabras precisas para explicar lo dicho por los mayores, conviene recordar que el lenguaje de los símbolos -auditivos, sensoriales, gestos no-verbales- ya está activo en los niños cuya memoria registra todo (el olvido no existe, es sólo una forma de archivar el recuerdo). "Todos los niños nacen artistas" -exclamó con razón Picasso a sus ochenta años- "pintar como los niños me llevó toda la vida". Los infantes son los heraldos de la creatividad: escucharlos con atención es imprescindible. 

Si se retorna a la escena del atardecer en el centro de la ciudad, la niña está escuchando... e interpretando: "¿por qué estas mujeres me excluyen de su charla y, cuando se dirigen a mí, emplean palabras ñoñas?". La niña quiere así, crecer lo más pronto posible para ser tomada en cuenta por sus mayores. En este caso, por tres féminas obscuras como las Parcas, las divinidades grecolatinas del destino, las hijas de la Noche, las tres hermanas hilanderas: Cloto (la que hila ), Láquesis (la que enrolla el hilo) y Átropos (la que lo corta). En la pintura se las representa bajo la forma de tres mujeres-cuervo o tres aves ataviadas con sombreros y vestidos largos como los que usaban las nanas o ayas, en medio de las cuales creció por cierto, Leonora Carrington que tituló en inglés el presente lienzo: "Tribeckoning", que se traduce como "Tributo". ¿A quiénes se rinde tributo con la presente obra? Precisamente a las susodichas niñeras que parlotean como urracas, ajenas al mundo de la niña de cuya cabeza rubia emana humo porque está enojada al ser excluida. Para sobrevivir (huyó de sus padres que la abandonaron en manos de ayas) la niña Leonora decidió crear una dimensión alterna: la del arte, en su caso, la pintura, que le permitió vivir 94 años. En el tributo ("Tribeckoning") a las nanas, la Carrington revela su vocación desde niña cuando pincel en mano y sobre el piso, plasma su firma con ondulada caligrafía: "Leonora" (nombre que proviene del inglés "Eleonor" y este a su vez, del provenzal "Aliénor", que significa: "crecer"), la autora del cuadro, más brillante que las tres mujeres adultas. Lo dicho: infancia es destino. (MFM)

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