La prensa frente a Juárez
-Enrique Krauze , 28 jul 019, REF
En una reciente conferencia matutina el presidente criticó a la revista
Proceso por "no portarse bien", es decir, por no apoyar a su gobierno, y
para probarlo evocó al periodismo que se practicaba durante la
República Restaurada. Su referencia histórica está equivocada.
Aunque
todas las publicaciones del grupo liberal coincidieron en celebrar el
triunfo sobre el Imperio, diferían en su apreciación sobre su
circunstancia, y a todo lo largo de aquel período (1867-1876)
mantuvieron posturas muy distintas entre sí. La más superficial ojeada a
la prensa de la época (decenas de publicaciones en todo el país)
muestra que jamás existió un apoyo incondicional a los gobiernos
sucesivos de Juárez y Lerdo, entre otras cosas porque la filosofía misma
del régimen, el liberalismo, abjuraba de la obediencia. Nacido contra
el poder absoluto, el caudillismo, el clero y el dogmatismo religioso,
el liberalismo alentaba las corrientes diversas, las ópticas
divergentes, el debate abierto.
Para muestra un botón. Conservo
los ejemplares de La Orquesta, el legendario "Periódico omniscio, de
buen humor y con caricaturas", fundado en 1861. Su Jefe de redacción era
Vicente Riva Palacio. Se imprimía en un despacho de la Calle de Santo
Domingo, salía los miércoles y sábados, costaba un real, se vendía por
suscripción, tenía anuncios de ocasión (corridas de toros, carteleras
teatrales, funciones de circo, ofertas comerciales, plantas
medicinales). Recorrí sus páginas de 1867, leí algunas editoriales y
disfruté las maravillosas caricaturas de Constantino Escalante (vid infra). Cinco días antes
de la entrada triunfal de Juárez a la ciudad de México, la editorial
advertía:
Libres. Independientes. Sin odio y sin temor,
queremos cumplir con nuestra conciencia y ofrecer a los vencedores una
corona adornada con las espinas de la verdad y no con las flores de la
adulación.
El periódico cumplió su promesa. Reconocía
los méritos históricos de los tres "inmaculados" (Benito Juárez,
Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias), pero tras su llegada
al poder los criticó acremente. Aludiendo a Juárez, advirtió los
peligros del cesarismo y las facultades extraordinarias, condenó las
distorsiones a la ley y su permanencia en el poder. En una caricatura
titulada "El gabinete de costura", Juárez detiene y zurce el lienzo
parchado de la Constitución de 57 mientras que Lerdo lo corta con unas
inmensas tijeras. En "El mundo al revés", Juárez aparece sentado sobre
el pedestal de la "Constancia", y sobre sus rodillas se sienta la silla
coronada por el águila y el letrero bordado en el respaldo:
"Presidencia, 14 años". En otras palabras: Juárez es la Silla
presidencial y la Silla presidencial es Juárez.
Ese año, La
Orquesta dio la bienvenida a un nuevo periódico titulado El Padre Cobos.
Sería una de las publicaciones más mordaces en la historia de nuestra
la prensa. Los irreverentes sonetos que publicó su editor, Ireneo Paz,
prefiguran el genio poético de su nieto y merecen una antología. En
Siglo de caudillos recogí uno contra la reelección de Juárez en 1871,
que comienza así (y termina peor):
¿Por qué si acaso fuiste
tan patriota
estás comprando votos
de a peseta?
¿Para qué admites esa inmunda treta
de dar dinero al que
en tu nombre vota?
La
postura de La Orquesta y El Padre Cobos fue característica del espíritu
de la época. La compartían viejos compañeros de Juárez, como Guillermo
Prieto e Ignacio Ramírez, y las nuevas generaciones, que se referían a
él como "Su Majestad Benito I".
Llegado el tiempo, Vicente Riva
Palacio e Ireneo Paz -escritores y editores notabilísimos- fueron
indulgentes con el poder absoluto de Díaz, pero el hecho mismo de que
nunca dejara de existir una prensa combativa es un tributo al espíritu
original de la República Restaurada y a sus hombres que, en palabras de
Cosío Villegas, "eran fiera, altanera, soberbia, insensata,
irracionalmente independientes".
"Para aquellos hombres -decía el
historiador- expresar una inconformidad era un ejercicio tan natural
como caminar o respirar". También los gobernantes participaban de esa
convicción. Fueron blanco continuo de críticas feroces, pero nunca
reclamaron obediencia por una razón elemental:
Juárez y
Lerdo [...] sentían la libertad igual que sus adversarios. Sabían que la
libertad de sus enemigos era la condición de su propia libertad y que
la del país dependía de la libertad de todos.
La prensa de la República Restaurada no "se portaba bien" con el poder. Esa era su misión y también su gloria.
Don Benito, Porfirio Díaz y Sebastián Lerdo de Tejada
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