lunes, 8 de mayo de 2017

Editorial de sanlunes/ O del centrismo radical en política

La lección francesa hacia el centro: fuerte, raso y colocado
-Manuel Falcón

Las recientes elecciones presidenciales en Francia salvaron a la política mundial de una racha autodestructiva cuya tendencia suicida tiende a elegir líderes representantes de  los extremismos ya de derecha ya de izquierda con el único dizque argumento de que se trate de alguien ajeno o alejado de la clase política convencional. El país que iluminó al mundo con la Ilustración enciclopédica y luego, con la Revolución Francesa y la declaración de los Derechos del Hombre, volvió a dar el ejemplo al señalar el camino de las democracias occidentales: el centro como postura política pertinente de poder, sobria, prudente y responsable. La propuesta es crucial. En efecto, en un contexto donde cada vez resulta más difícil definir qué significan los términos "izquierda" y "derecha" bajo cuyas etiquetas se cobija una variopinta fauna de extravagante pelaje de manera tal que fuerza a indicar dichos términos en plural: las izquierdas y las derechas,  entre tirones y jaloneos hacia una u otra posición, en medio, los ciudadanos se declaran hartos y hastiados de dichas posturas maniqueas. Por tanto, se rechaza ya no sólo los conceptos de izquierda y derecha,  sino en bloque, todo lo que abarque la palabra "política". Pero la estrategia social reactiva de echar bajo la alfombra lo desagradable, ha hecho emerger un monstruo configurado con los trozos y desechos de las repudiadas izquierdas y derechas: el populismo.  
Un fantasma recorre el mundo, el del populismo. Tal corriente adictiva se define, en rigor, como movimiento de masas jineteado por un líder carismático que posee La Verdad. Y dicha Verdad brota de una única fuente (música de fondo con caracteres místicos de Revelación): el pueblo. ¿Qué es el pueblo? Se define a gusto del líder y la hora que se le antoje. Mas a dicha Verdad  se subordinan en automático todas las demás verdades: las fake news de los medios de comunicación; y los mensajes y proclamas de las instituciones oficiales gubernamentales y privadas que sólo buscan mentir y engañar al pueblo. De ahí que el populismo sea por esencia, simplista, reduccionista y maniqueo. Así,  toda la complejidad de la política (al pueblo no sólo hay que subestimarlo sino iluminarlo didácticamente) se reduce a dos bandos: los Buenos, los que están del lado del líder carismático que ipso facto queda incluido en el perímetro del pueblo; y los Malos: quienes no son 'pueblo' porque no siguen al líder o están contra él. Gracias a dicha visión maniquea triunfó Donaldrástico Trumpig en Estados Unidos; gracias a dicha forma de entender la política, en el Reino Unido votaron por abandonar la Unión Europea; gracias a semejante reduccionismo del ejercicio del poder, Nicolás Maduro ha convertido su régimen en Venezuela en  una dictadura chafa. El líder populista necesita inventarse (como el niño que inventa el Coco y luego le tiene miedo) un enemigo: el neoliberalismo; el imperialismo yanqui; la burguesía financiera de Wall Street; la mafia en el poder; los medios de comunicación; los migrantes; los musulmanes; la aborrecida clase política convencional, etcétera. 

¿Cómo escapar al populismo? ¿Cómo evitar quedar de repente convertido en un Walker (en el sentido de la serie Walking Dead ) que va por mera inercia, en romería, detrás del líder carismático? Las elecciones en Francia parecen señalar una dirección: el centro del espectro político como opción. Entendido el centro no como una Tercera Vía (ya se ha visto el espejismo de tal postura o que responda Luis Echeverría por su Universidad del Tercer Mundo) ni como forma neutra que huye de los conflictos o los minimiza. La posición política de centro significa ejercer el poder con realismo y pragmatismo, con severidad administrativa y enfoque en los servicios públicos; en suma, el centro busca la eficacia técnica y política. 
Ser eficaz como político es entonces el objetivo; y no es político quien se autoproclama vocero del pueblo y extrae de su sombrero utopías o boletos de retorno a paraísos perdidos,  transformación de conversos mediante un proceso de purificación -supervisado y autorizado por el líder carismático- en pueblo o miembro del bando de los Buenos. "Todo es corrupción", exclama el líder populista, "pero, arrepiéntete, deja todo, sígueme y quedarás purificado". Para las masas infantilizadas, la imagen de una figura paterna puede verse como salvación; pero, para eso están las religiones. Y tanto en Francia como en México, por cierto, el Estado es laico. 
Colofón: la apuesta desencantada pero eficaz, es por el centro. Y para las elecciones de 2018 en México, tal posición quizá no provenga de ningún partido sino de un ciudadano común y corriente.

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