¿Bienvenida la libertad de expresión de generalizaciones?
-Manuel Falcón
En un país sacudido por escándalos de megaultracorrupción de
sus gobernadores que demostraron ser empresarios habilidosísimos ("con permiso,
narcos") para implementar esquemas de saqueo científico del erario con
tecnología administrativa de punta que lo mismo triangula botines ya con bancos
de las Islas Caimán ya con cuentas en Estados Unidos a nombre de la fiel y
abnegada esposa con derecho a la abundancia de uñas, ya con exhibicionismo en
redes sociales de yates, autos, relojes, joyas, mansiones, caballos y guaruras
portátiles, más lo que se acumule en el momento en que se leen estas líneas; en un
México así, escandalizado, pero paralizado en su pasmo ante la impunidad de
servidores públicos que hurtan dineros públicos a plena luz del día, en dicha atmósfera de excesos se reitera, en donde
el largo brazo de la justicia manca no aparece por ningún lado, es que surgen
los escandalosos crímenes de ciudadanos inermes que vienen a sacudir aún más la
opinión pública ya de por sí histerizada y azuzada vía Facebook, Periscope o
Twitter. Pero con la adrenalina social a tope surgen también los excesos y exageraciones
en la información desproporcionada y generalizadora. O ¿cómo interpretar el
siguiente titular de periódico nacional: "Periodista o sacerdote, profesiones
más peligrosas en el país, afirma la Arquidiócesis Primada de México". ¿Tanto
así? ¿No cabe matizar señalando con toda precisión, en qué casos, qué periodista o qué sacerdote, están en peligro?
Recuérdese el caso de los 43. Se trataba de estudiantes de
una Normal Rural de Guerrero. Y en el clima de histeria escandalizada se olvidó
cualquier matiz para afirmar que "el gobierno de México mata a sus maestros". Adiós
detalles, bienvenidas las generalizaciones. ¿Y los clubes privados exclusivos
de narcos de Guerrero? ¿Y los Rojos? ¿Y los Guerreros Unidos? ¿Y los alcaldes y
gobernadores cómplices de los narcos? ¿Y los Abarca, y Aguirre? Nada: el de los
43 "fue un crimen de Estado" dicho sea
sin rubor y con exceso. Ahora bien, en el caso de los periodistas asesinados,
como Miroslava Breach, en Chihuahua, y Javier Valdez, en Sinaloa, por citar los
casos más recientes, ¿no se trataba de periodistas de la fuente policíaca, de
seguridad pública, vulgo Nota Roja? Es decir, tanto Breach (que investigaba fosas
clandestinas en Madera, Chihuahua) como
Valdez (que había intentado publicar una entrevista con Dámaso López (a) El Licenciado,
que incluía mensaje a los chapitos) se habían especializado en la fuente informativa de
asuntos del narcotráfico. De aquí a afirmar que "en México se mata a los
periodistas", ¿no es olvidar los matices? O ¿se sabe de algún caso en que haya
sido asesinado un cronista de Sociales o algún comentarista de Deportes?
También son periodistas. Por
supuesto que nadie debe asesinar a nadie en México (exclamó Perogrullo);
y claro que las policías
mexicanas –municipales, estatales y federales- deben evitar cualquier
crimen (se piden disculpas por la perogrullada).
Pero reclamar la acción de los aparatos de justicia o, mejor dicho, su
omisión,
alegando con sinécdoques a voz en cuello, que en "México se mata a los
periodistas" o "en México se mata a los maestros" o a los
sacerdotes, es incurrir en el exceso verbal que sostiene tácitamente que
se mata a "todos" los miembros de dichas profesiones. ¿A todos, de
veras, sin matices?
Compárense los asesinatos de periodistas a manos de narcos en
México con los crímenes de periodistas a manos de terroristas en Europa. El 7
de enero de 2015, en París, dos hermanos, Säid y Chérif Kouachi (de padres árabes, pero nacidos en Francia y entrenados como yihadistas en Irak y Siria), irrumpieron en la redacción del
semanario satírico Charlie Hebdo y acribillaron a cinco caricaturistas franceses
que dibujaron y publicaron caricaturas de Mahoma. A raíz de la tragedia, nadie
incurrió en el exceso de afirmar que "en Francia se asesina a los
caricaturistas". No. Porque los yihadistas no asesinaron a cualquier caricaturista por
el mero hecho de ser caricaturista. Los extremistas musulmanes mataron a los
caricaturistas que caricaturizaron a Mahoma. Por supuesto que dichos crímenes
jamás debieron haber ocurrido, pero los franceses entendieron de inmediato la
circunstancia del caso y el móvil del crimen. No se echaron a generalizar.
Lo mismo cabe decir de los periodistas mexicanos. Los recién asesinados y los que se encuentran en mayor peligro de ser asesinados (y por tanto, merecerían protección especial de guardias de seguridad pública o privada) son aquellos que en nuestro país, sobre todo en provincia -sin la fama ni estipendio de las grandes firmas de medios nacionales que viven en el ombligo del mundo: la Ciudad de México-, escriben sobre narcotraficantes más funcionarios cómplices en gobiernos estatales y municipales.
Tales narco-crímenes, por cierto, representan una más de las secuelas de la Guerra Loca contra las Drogas del sexenio loco de Felipito Calderón que decapitó capos e inundó las calles de México con militares (el tanque de guerra en la cocina) y sicarios freelance inmersos en batallas campales (más daños colaterales) por el cetro del capo caído.
Lo mismo cabe decir de los periodistas mexicanos. Los recién asesinados y los que se encuentran en mayor peligro de ser asesinados (y por tanto, merecerían protección especial de guardias de seguridad pública o privada) son aquellos que en nuestro país, sobre todo en provincia -sin la fama ni estipendio de las grandes firmas de medios nacionales que viven en el ombligo del mundo: la Ciudad de México-, escriben sobre narcotraficantes más funcionarios cómplices en gobiernos estatales y municipales.
Tales narco-crímenes, por cierto, representan una más de las secuelas de la Guerra Loca contra las Drogas del sexenio loco de Felipito Calderón que decapitó capos e inundó las calles de México con militares (el tanque de guerra en la cocina) y sicarios freelance inmersos en batallas campales (más daños colaterales) por el cetro del capo caído.
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