jueves, 22 de diciembre de 2016

¿Un cascanueces de regalo?/ Lleve su acordeón al Degollado

¿Es normal regalar un cascanueces a una niña en Navidad?
-Manuel Falcón
Con la temporada navideña es ya tradicional representar el ballet de El Cascanueces ¿Por qué? Resulta extraño por cierto, imaginar un cascanueces como protagonista que salva a una niña adolescente del Rey de los Ratones (por cierto, ¿qué nuez virginal rompe un cascanueces?).
El escritor prusiano Ernst Theodor Amadeus Hoffmann redactó, en 1816, un cuento para los hijos (Maria y Fritz) de su jefe de un despacho de abogados. Hay aquí un eco de la niña Alicia y Lewis Carroll con su país de las maravillas. El título del cuento de Hoffmann se antoja extraño: Cascanueces y el Rey de los Ratones. Pero, la historia es sencilla..., en apariencia. Todo comienza un 24 de diciembre -de ahí la costumbre de representar en tal temporada la versión en ballet de dicho cuento- justo bajo el árbol de navidad, con la entrega de regalos a la jovencita María. Pero, María no quiere muñecas sino... ¡un cascanueces! Un excéntrico tío, llamado Drosselmeier, se lo consigue y regala junto con un cuento (cuya trama relata cómo una princesa al nacer, recibió una maldición de parte de la reina de los ratones cuando fue muerta en la cocina imperial mientras roía el tocino real. Debido al hechizo ratonil, la niña se deformó en su cuna de manera monstruosa: su cuerpo se achicó y la cabeza creció enorme, con ojos saltones y una sonrisa llena de colmillos. La única manera de retornar a la antes bellísima princesa a su forma original, era conseguir una nuez gigante llamada Krakatuk, que debía romper con los dientes un jovencito. Cuando por fin, al cabo de quince años, un adolescente robusto se presentó con la mentada nuez como candidato ante la corte, el rey le prometió la mano de su monstruosa hija si lograba romperla con los dientes o cascar la nuez. Así, de una mordida, el robusto muchacho trituró la nuez Krakatuk y acto seguido, se casó con la princesa que había recobrado ya su bellísima forma original.)
Sin embargo, ¿a qué niña se le ocurriría pedir de regalo de Navidad... un cascanueces? Se tiene el dato de que en la vida real, María, la hija del abogado Hitzig, jefe de Hoffmann, tenía predilección por las nueces. De ahí que su instrumento más deseado fuese precisamente un cascanueces. Hoffmann pudo haber tomado de ahí la idea para el objeto -que no sujeto- que actúa como protagonista. Por otro lado, en la época de Hoffmann, cuando aún no existía Alemania como nación, sino Prusia, la peor pesadilla eran los ejércitos invasores de Napoléon que se metieron literalmente hasta la cocina en toda Europa, como los ratones. El cascanueces así, fue fácil de imaginar, por asociación, con un cascanueces valiente que se uniforma como soldado, y acaba con los ejércitos de ratones-franceses.
Adviértase la carga de psicología profunda de una jovencita que necesita para crecer -esto es, para tornarse mujer- de un joven que acuda a romper la virginal nuez y salvarla así, de angustiosos deseos inconscientes nocturnos que le roen la conciencia. Por eso el escritor Alexander Dumas, padre, turbado por la visión de ese obscuro objeto del deseo -un cascanueces- que animó Hoffmann, revisó y simplificó el cuento original del escritor prusiano que se le antojaba demasiado gótico, dark y escalofriante. Dumas redactó una versión más accesible y menos perturbadora para los niños franceses. Y dicha versión de Dumas de El Cascanueces y el rey de los Ratones, cuento infantil de Navidad, fue la que precisamente leyó en Moscú, un tal Ivan Vsevolozhsky (pronúnciese 'chevolochqui'), director del Teatro Imperial Ruso. Y fue por órdenes de Vsevolozhsky que se instruyó al músico de la corte zarista, Piotr Illich Tchaikovsky, componer una suite de ballet con el tema del cuento de Hoffmann descafeinado por Dumas.
El maestro Piotr Ilich Tchaikovsky, no obstante, se puso sus moños: el cuento de Hoffmann/Dumas le parecía absurdo y difícil de representar en escena: ¿dónde se ha visto un cascanueces en mallas bailando ballet? Las órdenes del director del Teatro Imperial Ruso empero, no se discutían: se acataban. Así, a regañadientes, en 1892, Tchaikovsky compuso un ballet en dos actos (Opus 71) con el principio y el final del cuento de Hoffmann, en la versión light de Dumas. La música resultó pegajosa y pronto se hizo muy popular; sobre todo, cuando primero en Londres y luego en Estados Unidos, decidieron representar, en cada Navidad, el ballet del Cascanueces. El resto del mundo, incluido el siempre imitador México, acató la moda europea del siglo XIX y representan desde entonces, machaconamente durante la temporada navideña, la obra que el músico ruso Tchaikovsky, compuso de mala gana, a partir del cuento de Hoffmann/Dumas. Por mero deporte, convendría asaltar con una sola pregunta al espectador que acude al Teatro Degollado a ver la obra: "¿por qué sólo en Navidad presentan El Cascanueces?"

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