Recuento de daños
-Manuel Falcón
En las postrimerías de 2016, el gremio periodístico se esmera por ofrecer el clásico recuento de noticias y personajes más sobresalientes del año; pero de acuerdo con el tono histérico-apocalíptico del presente ciclo anual, resulta más pertinente realizar el recuento de los daños y someter a concurso al villano más conspicuo. La revista TIME se adelantó a todos con su portada dedicada al animal político –es decir, bestia peluda- del momento: Donaldrástico, quien por cierto, ni cuenta se dio de la sustanciosa jiribilla icónográfica que contiene el retrato de Nadav Kander, fotógrafo londinense que realizó la toma en la naca Torre Trump. El villano de copete de estropajo aparece dando la espalda al público, lo cual evidencia la clase de grosería viviente que representa el magnate neoyorkino; el tono de color azul mortecino del escenario más el mueble antiguo casi raído, aportan la clave de atmósfera vintage que rodea al presidente erecto y su (in)capacidad actual, real, para dirigir la máxima potencia del planeta; esto es, el retrato muestra a Trump como anacronismo político retrógrado. Si a dicha imagen se añade el subtítulo: "President of the Divided (not United) States of America ", se sobreentiende quién es el clown bofo responsable de la abisal división actual entre los gringos. Por cierto, hoy se reúne el Colegio Electoral para rati-ficar como presidente a duras penas, a la rata millonaria que no paga impuestos (nothing personal, just russian business).
Entonces, con ánimos amarillistas, escandalosos y sensacionalistas, estilo fake news de teorético conspiracionista, pero sin perder la objetividad periodística: ¿cuál podría ser la noticia del año? No cabe ya la menor duda: la guerra cibernética (o la guerra fría por otro camino: el espionaje digital) con todos sus niveles tóxicos y virales. Síntomas propiciatorios o ejemplos palpables son las noticias sobre la contagiosa Rubí, con apenas quince años (de ella y los quince años mentales de su padre) con toda una vida de cursilería por delante; en competencia con los hackers rusos que se metieron hasta la cocina de Hillary; más la carota de cuico del agresor de Ana Guevara; añadiendo por supuesto, la noticia exclusiva de la más reciente expansión del trasero de Kim Kardashian en duelo global (es decir, de globos), culomaquia o guerra de nalgas con sus hermanas Kylie y Khloé; más las declaraciones del gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, que solicita a las mujeres indígenas que duerman vestidas para que no produzcan más chamacos… Todo se vuelve escandalosamente seductor y viral en la inexorable guerra cibernética actual; esto es, todas las noticias resultan del mismo nivel de importancia (si son verdad o mentira no es cuestión a considerar en la era de la post-verdad); todas son de primera (plana desvergonzada); todas son, ya no consumidas, sino devoradas por un ávido público digital que jamás duerme: Argos el ingente monstruo de las redes sociales que pide más y más y cada vez más (más álbum personal del año en Facebook incluido a fuerzas por cortesía del dueño-ñoño Zuckerberg).
"En el entorno online" –escribe Pablo J. Boczkowski en su libro Digitalizar las noticias- "cuatro grupos de actores producen contenidos noticiosos: primero, las dos salas de redacción del medio tradicional: la que edita contenidos web y la que edita contenidos para el medio convencional (de papel, de radio, de televisión); segundo, el personal del área de publicidad y mercadotecnia que cada vez más, determina y selecciona los temas relevantes; tercero, el área de técnica y diseño que ordena cómo, mediante el uso de herramientas multimedia e interactivas, se han de informar las noticias; y cuarto, los usuarios mediante chat, espacio de comentarios para trolear sin límites y postear con fruición adicitiva en redes". Así, el personaje (o tetrapersonaje, según Boczkowski) y la noticia del año, se desprenden del axioma de Marshall McLuhan: el medio es el mensaje; pero el medio belicoso, el que produce guerra cibernética, con mensaje de aquí-está-su-polizonte colado de gorra en tu monitor privado. Por eso (y por muchas cosas más) invite a su hacker a cenar esta Navidad.
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