viernes, 1 de mayo de 2015

La violencia/ A propósito del medio del narco: ¿cuál es su fin? ¿Podemos discutir éste o sólo el medio?



La tarea de una crítica de la violencia puede definirse como la exposición de su relación con el derecho y con la justicia. Porque una causa eficiente se convierte en violencia, en el sentido exacto de la palabra, sólo cuando incide sobre relaciones morales. La esfera de tales relaciones es definida por los conceptos de derecho y justicia. Sobre todo en lo que respecta al primero de estos dos conceptos, es evidente que la relación fundamental y más elemental de todo ordenamiento jurídico es la de fin y medio; y que la violencia, para comenzar, sólo puede ser buscada en el reino de los medios y no en el de los fines. Estas comprobaciones nos dan ya, para la crítica de la violencia, algo más, e incluso diverso, que lo que acaso nos parece. Puesto que si la violencia es un medio, podría parecer que el criterio para su crítica esta ya dado, sin más. Esto se plantea en la pregunta acerca de si la violencia, en cada caso específico, constituye un medio para fines justos o injustos.
En un sistema de fines justos, las bases para su crítica estarían ya dadas implícitamente. Pero las cosas no son así. Pues lo que este sistema nos daría, si se hallara más allá de toda duda, no es un criterio de la violencia misma como principio, sino un criterio respecto a los casos de su aplicación. Permanecería sin respuesta el problema de si la violencia en general, como principio, es moral, aun cuando sea un medio para fines justos.
Pero para decidir respecto a este problema se necesita un criterio más pertinente, una distinción, matices, en la esfera misma de los medios, sin tener en cuenta los fines a los que éstos sirven. (...)

-Walter Benjamin en Para una crítica de la violencia
(Zur Kritik der Gewalt und andere Aufsätze), ed. Taurus, 1977, traducción de Roberto J. Blatt
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 El cártel del sexenio
-Héctor de Mauleón

 Cuando el narcotraficante Ignacio Coronel fue abatido en su residencia de Zapopan por un grupo de élite del Ejército mexicano, una figura menor del cártel de los hermanos Valencia, recibió el encargo de reconstruir el grupo que con la muerte del capo había quedado descabezado. El nombre de ese personaje es Rubén Oseguera Cervantes o Nemesio Oseguera Ramos. Se le conoce como El Mencho

Los Valencia se habían aliado con Coronel en la lucha contra Los Zetas. Pero las cosas iban mal para ellos. Dos de sus líderes, Óscar Orlando Nava Valencia, El Lobo, y Juan Carlos Nava Valencia, El Tigre, habían caído en manos de las autoridades en octubre de 2009 y mayo de 2010, respectivamente.
De modo que a la muerte de Coronel, El Mencho se encontró de pronto al centro de un territorio inmenso, y con algo que parecía un bastón de mando entre las manos.
Lo favoreció, además, la suerte: mientras el gobierno desmembraba a Los Zetas, La Familia Michoacana y Los Templarios, él recogía los restos de los grupos que la ofensiva federal iba descabezando.
Una ficha de inteligencia de la Fiscalía General de Jalisco señala que Oseguera ejerció desde el principio de su encomienda "un liderazgo con un estilo sumamente violento": trituró a las organizaciones que reclamaban la plaza que Coronel había dejado vacante y se apoderó del corredor Guadalajara-Colima, hasta asegurarse el control absoluto del puerto de Manzanillo: toneladas de cocaína y efedrina procedentes de China, Colombia y diversas regiones de Centro y Sudamérica. 

Para 2014, el grupo fundado por Oseguera había extendido el radio de sus actividades a otros ocho estados: Colima, Michoacán, Veracruz, Quintana Roo, Tabasco, Nayarit, Guanajuato y el estado de México. Para la DEA, dicho grupo, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), "es el que ha logrado esparcirse con mayor rapidez y alcanzará los niveles del cártel de Sinaloa".
Reportes del gobierno de Jalisco, a los que el columnista tuvo acceso, revelan que las exportaciones del cártel llegan al Lejano Oriente, África y Europa. De acuerdo con la información consultada "este grupo delictivo se encuentra vinculado a numerosos aseguramientos de armamento sumamente sofisticado y con gran capacidad bélica", "ha patrocinado grupos de corte paramilitar en Veracruz, como Los Matazetas" y está relacionado "con el financiamiento de autodefensas que combaten a Los Caballeros Templarios en Michoacán". 

El cártel "ha evolucionado y perfeccionado su operación de contrainteligencia, manejando como estrategia principal agresiones directas a servidores públicos de los tres niveles de gobierno y ataques a instalaciones vitales de seguridad pública".
Las autoridades de Jalisco consideran que el grupo de El Mencho es, en el país, "el cártel con mayor control territorial en la venta y distribución de droga". Dicho en otras palabras: el CJNG es el cártel del sexenio. 

Información que miembros de la organización delictiva proporcionaron a las autoridades, señalan que El Mencho se halla protegido siempre por tres círculos de seguridad: uno formado por halcones, policías y "estacas ex militares"; otro, equipado con armamento de grueso calibre, "que opera a través de emboscadas en el perímetro donde se mueve El Mencho", y uno más formado por escoltas personales, "ex marines (sic) y ex militares (gafes) altamente entrenados para realizar operaciones especiales".
Las fichas indican que entre los operadores de primer nivel de la organización se encuentran los cuñados de Oseguera, unos hermanos González Valencia, conocidos como Los Cuinis, encargados del lavado de dinero: "Tienen una vasta cadena de prestanombres en la zona metropolitana de Guadalajara que ha invertido en restaurantes, discotecas, bares, farmacias, hoteles, inmobiliarias y casas de cambio". 

Según los reportes, la información sobre las actividades del CJNG fue turnada desde hace dos años a la PGR. Una manta colocada el mes pasado en Tijuana indica, sin embargo, que el grupo ha llegado ya a Baja California: parece que la información no sirvió para nada.

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