miércoles, 2 de marzo de 2022

Ceniza, cenicienta

El Miércoles de Ceniza inicia el periodo penitencial de la Cuaresma que culmina en la Pascua de Resurrección ¿Qué significa la ceniza? Los cristianos comparan la ceniza con el polvo debido a una lectura bíblica, en específico, del capítulo 3, versículo 19, del Génesis:

"Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado, pues polvo eres, y al polvo volverás".
Conviene reparar entonces que "polvo" no es ceniza en sí: es una metáfora de la ceniza.
A propósito de ceniza no hay que olvidar a Cenicienta, un cuento que está en todas las culturas: hay más de 200 versiones del relato. Se sabe la trama. Al fallecer la madre de Cenicienta, el padre (ausente siempre) desposa a una madrastra con dos hijastras, trío que convierte en infierno la vida cotidiana de Cenicienta. Repárese en dicho apodo: "cenicienta", una mujer del color de la ceniza porque Cenicienta tenía el encargo de encender los fogones de la cocina y mantener la chimenea del hogar, de ahí sus manchas de ceniza, de que deambulara toda tiznada por la casa. Porque la madrastra la volvió criada y las hermanastras eran 'socialités' abocadas al ocio exhaustivo. Mas léase el cuento a otro nivel: la ceniza de Cenicienta se desprende del fuego interior, de la combustión interna, de incinerar y apagar en sí misma, cada día, la furia, la ira, el enojo por el maltrato recibido. Y presentar siempre su mejor cara, ser siempre buena, resignada, masoquista amable y silenciosa... con la música por dentro. Por eso Cenicienta acude al baile de Palacio. Y con zapatillas de vidrio soplado. Porque las llamaradas de su fuego interior forjaron una potente voluntad casi mágica con sabor a calabaza en tacha. Fue así imposible que el Príncipe no detectara dicho furor interno. De nada le sirvió a Cenicienta interrumpir el baile (deseo interruptus), intentar de nuevo apagar la lumbre interior, de nada le sirvió huir. Su ardor había quedado expuesto a la vista de todos, pues la zapatilla transparente era de cristal. Cenicienta ya no necesitó emplear un lanzallamas de desagravio familiar, pues al Príncipe - al reencontrarse con ella, generando la llama doble que surge del cariño, de la potencia incendiaria de Eros- le bastó un soplo para sepultar en cenizas a la madrastra y las hermanastras. Pues al final, incubar odio es incubar ceniza. Así que, arpías, "polvo son y al polvo vuelven"... en círculo vicioso.
En nuestra cultura católica, basta tiznarse los dedos con ceniza, en miércoles (día de Mercurio o Hermes, el del sentido hermético) para marcar la frente con una crucecita. Se ignora qué ocurre en la conciencia y cuerpo de cada creyente después de obtener el tatuaje efímero ¿Renace cada uno de sus cenizas cual Ave Fénix? Pero esa es otra historia.

No hay comentarios: