martes, 13 de octubre de 2020

La triscaidecafobia o el mal fario del número 13

La memoria, sobre todo a nivel inconsciente, guarda una infinidad de recuerdos, experiencias y deseos que muchas veces son inaceptables para la conciencia alerta, ya que pueden ser terroríficos, dolorosos, crueles, o condenados socialmente, por lo que se resisten a brotar, a emerger claramente en la mente cotidiana y buscan otros caminos de salida, salen 'disfrazados': como fobias,  ansiedad, pánico, síntomas de enfermedades o hipocondria, tics, migrañas, gastritis... y creer en supersticiones. 

La triscaidecafobia es el miedo al número 13 (en la fobia, la mente deposita el terror interno en un objeto externo, como en la aracnofobia o la cucarachofobia. Fobo, en la mitología griega, es la personificación del miedo, así como el pánico es el temor al dios Pan). En el origen de la superstición llamada triscadeicafobia, dentro de la cultura judeocristiana, se encuentra La Última Cena, con 12 apóstoles de comensales y Jesús como el invitado número 13 que fue crucificado poco después. Lo curioso es que la causa del terrible desenlace se atribuye al número 13, no al crucificado. 

En cuanto al día martes, se considera maligno, pues la etimología de ese día procede de Marte, dios de la guerra que amenaza y agrede al prójimo.   

La creencia en supersticiones, como la fobia antes mencionada, implica también la creencia en rituales que, de no ejecutarse, pudieran predisponer a la persona a que algo malo le suceda.  Así, el ritual de tocar madera, por ejemplo, de no derramar la sal en la mesa, solicitarle a alguien: "no me eches la sal", no romper un espejo, hacerse una 'limpia', evitar pasar por debajo de una escalera, desviar la vista si se cruza en nuestro camino un gato negro, santiguarse, evitar miradas que acarreen 'mal de ojo', usar amuletos, talismanes, estampitas ("¡detente coronavirus!") ... y evitar el número 13 . 

Todos son ejemplos con un denominador común: la magia. Un temprano intento, en la historia del pensamiento humano, de formular leyes que rijan los fenómenos, aunque dichas leyes sean erróneas o más bien, expresión de buenos deseos. Así, mediante un ritual mágico, a través de un conjuro, se cree evitar un mal posible.

'La Última Cena', 1929, Gebhard Fugel

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