lunes, 14 de septiembre de 2020

Varo


 
Es difícil permanecer indiferente ante las obras de Remedios Varo (1908, España-1963, México) como por ejemplo, la presente, de 1962, titulada "Rompiendo el círculo vicioso".
La monotemática pandemia vigente, ocasiona una cautela sanitaria comprensible, pero la ansiedad que producen las medidas de protección, puede tornarse obsesiva y conducir a atmósferas asfixiantes (ya sea por lo estricto de las precauciones higiénicas y la obsesión por la limpieza y el orden -"limpia de nuevo ahora en reversa las suelas de tus zapatos"; ya sea por el efecto reactivo contrario: el 'reventón' -de la burbuja de confinamiento-, fingiendo que no existe, no importa la epidemia, "el cubrebocas es para los timoratos aprensivos, iViva México, jijos del maiz, salucita!"/ "Larguémonos a la playa, el virus no sabe nadar"). La fuga hacia adelante mediante la creación de cada vez más círculos viciosos (se sabe que durante la pandemia se incrementó el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias, amén de la violencia intrafamiliar), puede desquiciar.
La extraordinaria pintora Remedios Varo muestra un personaje que mira fijamente, de manera desafiante, al observador (advierte: "mira lo que estoy haciendo"), mientras rompe un lazo circular que la mantenía sujeta y condenada a vagar perdida en los oscuros bosques de la conciencia, atrapada precisamente en un círculo vicioso (¿una relación destructiva, una adicción, una pesadilla recurrente, la creencia -profecía autocumplida- en un destino fatal, una depresión, una tonada pegajosa: "no vale nada la vida, la vida no vale nada, comienza siempre llorando y así llorando se acaba", la costumbre de autoboicotearse, de autoflagelarse, el ánimo de cólera súbita, desesperación y melodrama estilo telenovela mexicana, ...?). En cuanto rompe dicho circuito, emerge debajo, ¡oh, sorpresa!, el ave de ojos despabilados que da alas a la imaginación para huir, volar de la tensión que genera una postura paralizada, estrictamente vertical, rígida, repetitiva, obsesiva, compulsiva. Quizá después del cortocircuito se iluminará no sólo el negro entorno del personaje sino también el frondoso bosque de la conciencia abierta, como su ropaje, liberada, alegre, con la sonrisa del ave.

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