Un cóndor cae como un rayo sobre un cronopio que pasa por Tinogasta,
lo acorrala contra una pared de granito, y dice con gran petulancia, a
saber:
Cóndor. —Atrévete a afirmar que no soy hermoso.
Cronopio. —Usted es el pájaro más hermoso que he visto nunca.
Cóndor. —Más todavía.
Cronopio. —Usted es más hermoso que el ave del paraíso.
Cóndor. —Atrévete a decir que no vuelo alto.
Cronopio. —Usted vuela a alturas vertiginosas, y es por completo supersónico y estratosférico.
Cóndor. —Atrévete a decir que huelo mal.
Cronopio. —Usted huele mejor que un litro entero de colonia Jean-Marie Farina.
Cóndor. —Mierda de tipo. No deja ni un claro donde sacudirle un picotazo.
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