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martes, 5 de junio de 2018
Ominosos tiempos
Bipolar
Quizás llegó el momento de recomenzar una etapa desértica y eremítica. Un fingimiento de eternidad
Félix de Azúa
Nuestra civilización, ahora en trance de mutar en otra desconocida, se
construyó sobre un doble esqueleto incompatible. Quizás por eso estamos
tan locos. De una parte el esqueleto clásico grecolatino, compuesto por
elegante alfarería, desnudos impecables, edificios de simetría
deslumbrante. Aunque también por dioses terribles como el apestoso Dionisos o el criminal Apolo. Pero de otra parte estaba nuestro
esqueleto bíblico compuesto por nómadas del desierto, hirsutos y
barbados, pirámides de adobe, un solo dios incógnito que solo se
manifestaba por el habla. Aunque también santos y vírgenes de elevada
belleza espiritual y visión celeste.
Por el lado clásico nos tomábamos la vida y sus desdichas de un modo
claramente irónico. Los dioses reían o sonreían y los mortales
aceptábamos, con una fatalidad trágica, nuestra muerte definitiva y
absoluta. Por el lado bíblico no había ni rastro de humor, allí nada
sonreía, por el contrario era un mundo de extremada seriedad, compatible
con escenas de hermosa sencillez como las mozas que acuden con cántaros
a tomar agua del pozo. Inesperadamente, fue en este mundo severo,
barbado y desértico, donde se fraguó la conciencia de que no moríamos en
absoluto sino que íbamos a vivir eternamente. Dos ánimos discordantes:
la risa ática ante la muerte inminente y la seriedad cristiana de una
vida eterna, se han ido alternando en la historia de occidente. Hay
momentos de gran clasicidad, como la Florencia de los Medici, y otros de
imponente rigor bíblico, como la constelación de monasterios románicos
en la ruta de la Vía Láctea.
Nuestra vida también es a veces ática y a veces bíblica. Quizás llegó el
momento de recomenzar una etapa desértica y eremítica. Un fingimiento
de eternidad.
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