lunes, 14 de noviembre de 2016

Editorial de sanlunes/ O la división (pa' mí, pa' ti..) de poderes

La separación de poderes y el Complejo de Edipo
-Manuel Falcón
A raíz del affaire Vega Pámanes (sujeto cuya biografía pide a gritos una novela negra con título de suspenso; por ejemplo: “Vaya, vaya, el caballo bayo se saltó la valla”), el problema de la división de poderes se coloca de nuevo en el centro del debate de las democracias modernas. En efecto, ¿qué tan realista (en el sentido de la Realpolitik) resulta creer en que de veras existe y es factible en México dicha división de poderes planteada en el siglo XVIII por el Barón de Montesquieu (conocido popularmente en Jalisco como “Montes Quiúbole”?). 
Es cierto que cada vez más se debilita en nuestro país la otrora omnipotente y majestuosa  investidura presidencial ¿O por qué el perfil de Vicente Fox o Peña Nieto invitan a la carcajada involuntaria? Sin embargo, el sistema presidencialista de Presidente-rey está lejos de haber desaparecido; sólo está maltrecho. Pues su influencia o réplica en los estados de la república se reproduce ahora en la persona de los gobernadores-virreyes quienes actúan como epicentro del poder político. No basta con citar las vidas ejemplares del par de Duartes, del par de Moreiras o de Padrés, para interrogarnos ¿en dónde estuvieron los poderes legislativo y judicial de Veracruz, de Coahuila, de Chihuahua y de Sonora cuando sus respectivos gobernadores saqueaban las respectivas entidades que convirtieron en franquicias; verbigracia: Duarteracruz, S. A. de C. V. con sucursales hasta en Estados Unidos?
El peliagudo problema del Poder Judicial en Jalisco se complica aún más si se tiene en cuenta que dentro de los 33 magistrados del Supremo Tribunal de Justicia (dicho sea sin ironía) se encuentra el papá del gobernador. ¿De qué manera hubiese elaborado su teoría el Barón de Montes Quiúbole a partir de dicha situación consanguínea, de relación padre-vástago? Si ya de por sí, resulta en extremo difícil separar de las garras de los partidos políticos (con sus intereses facciosos, de camarilla de compadres) la selección y designación de magistrados independientes, imparciales y con los ojos vendados cual Damas de la Justicia, dedúzcase luego la dificultad de separar los poderes entre padre e hijo? De acuerdo: es posible recurrir al Complejo de Edipo (Sigmund Freud como relevo de papá Leonel Sandoval); pero para fines prácticos, el conflicto de intereses entre papá magistrado y gobernador hijo, debiese constreñirse a un solo plano: el familiar. El Ejecutivo de Jalisco debiera inspirarse (respirando hondo) en su propio nombre: Aristóteles, para proceder sabiamente e invitar a su papá a que se despoje voluntariamente de toga y birrete (quizá de manera menos gruñona, pero igualmente imperiosa, a como se lo ordenó al Caballo (a) Vega Pámanes). De cualquier modo, ya el Congreso de Jalisco votó a favor de que el magistrado Leonel no se quede otros cien años sino que se retire ipso facto a redactar sus memorias (se sugiere novela mitológica: “Magistrado-Layo vs. Edipo-gobernador” con Yocasta-Jalisco de fondo).
El esfuerzo por democratizar nuestras sociedades occidentales ha llevado a la mayoría de ciudadanos a manifestarse en contra de la clase política, a fin de ciudadanizar (valga el verbo) el poder político, pues se supone que de esa manera se evitará la corrupción (palabra cuyo significado incluso se ha corrompido). Ahí está el horroroso ejemplo del horroroso Trumpuerco en Estados Unidos, donde los ciudadanos prefirieron sacrificar a la mujer con más experiencia política de toda la historia gringa, simplemente porque el Trumpetimetre no es político profesional, nomás empresaurio privado (de sesos). Como presidente (revólver calibre) 45 de la Unión Americana, el alebrije populista Donald, designará sin lugar a dudas, a un abogado ultraderechista -les falta uno para completar los nueve de rigor- como magistrado de la Suprema Corte de dicha nación. 
La democratización pasa entonces, por respetar el principio de separación de poderes planteado por el Barón de Montes Quiúbole. No hay de otra si de veras se quiere evitar la tiranía del líder providencial, mesiánico, todopoderoso y chicharronero. Se invita así a la Secretaría de Movilidad (¿está escuchando Servando o dónde ando vialidad Sepulverizada?) a balizar, pintar la raya, entre los tres poderes: el Ejecutivo (ahora que Aristóteles se fue de shopping a probarse fez, caftán y babuchas en Marrakech); el Legislativo (el actual líder naranja del Congreso ya ha cumplido de manera ortodoxa, el Pope –como el líder de la iglesia ortodoxa rusa-, con el correcto ejercicio de oposición política y separación en las decisiones de los diputados); y el Judicial (se sugiere no designar como presidente magistrado a ninguno de los guaruras con pistola-estacionados-afuera-de-sucursal-bancaria defendidos por Vega Pámanes). 

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