miércoles, 25 de noviembre de 2015

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La complejidad del concepto del tiempo en la antigua Grecia está visible en la diferenciación sutil entre los términos aiôn, kairós y chrónos. La evolución histórica y la decreciente especulación filosófica han conducido en Occidente a una simplificación de la visión griega del tiempo.

Del chrónos prôtogonos al tiempo lineal 
-Romuald Achille Mahop Ma Mahop


La historia de Occidente se puede contemplar como un largo proceso de metamorfosis que afecta profundamente al significado de la noción de tiempo. Aunque la modernidad parezca el terreno más pertinente para valorar la agudeza de esta mutación, el fenómeno es más antiguo de lo que parece. Se ha mostrado, por ejemplo, que los significados que encierran los conceptos griegos de chrónos, y kairós —que fundan el chrónos prôtogonos o tiempo original— difícilmente han encontrado equivalentes en las lenguas occidentales. Buena muestra de ello es el mantenimiento de las voces griegas en la especulación filosófica y filológica para evitar precisamente las simplificaciones o pérdidas de matices que sufren dichas nociones al "traducirse" a las lenguas occidentales. 
Tratándose de la noción de kairós, por ejemplo, Jacqueline de Romilly señala que es un término excepcional que merece detenimiento porque es un término equívoco y difícil de abarcar. Le parece sugerente que después de tantos estudios y esfuerzos no se le haya encontrado ningún equivalente al término, lo cual tiene una explicación sencilla: no existe tal equivalente: "il n'y en a pas! Les valeurs sont trop diverses et la notion grecque se fractionne et se rompt, refusant tout équivalent". Esta especie de rebeldía de "kairós", que no se deja traducir, y la dificultad de encontrarle un término correspondiente muestran que se trata de una noción típicamente griega. No quisiera explayarme más de lo necesario en semejantes disquisiciones pero importa recorrer sintéticamente el significado primordial de estas expresiones en cuanto diferentes matices de la experiencia del tiempo en el contexto de la Grecia antigua.  
El problema se podría resumir del siguiente modo: el concepto de "tiempo", tal como se lo entiende en Occidente, no llega a encerrar todos los matices de las nociones griegas de chrónos, aiôn y kairós, matices que en Grecia, varios siglos antes de Cristo, aludían a tres experiencias de la temporalidad. Según Julián Serna Arango, estas tres entidades participaban del mismo proceso histórico, lo cual no implicaba que se confundieran entre sí, ni mucho menos que una de ellas fuera sustituible por otra. Así, si chrónos aludía al tiempo lineal registrado por el reloj y la clepsidra, aiôn era, en cambio, el tiempo de la vida y el tiempo subjetivo registrado por la memoria y la imaginación, por último, kairós correspondía a la percepción y aprovechamiento del momento oportuno "olfateado", por así decirlo, por la sensibilidad. A partir de esta triple distinción, prosigue Serna Arango, chrónos se asocia al principio de la "sucesión", aiôn se resignifica como "simultaneidad" y kairós como "bifurcación"(*). Estamos todavía, pues, ante una concepción plural del devenir, una experiencia en la cual el tiempo aún no ha sido desconectado del sujeto que lo registra o intuye. También interesa ver cómo se opera el paso de esta triplicidad del tiempo a su reducción moderna.  
Serna Arango señala que entre los siglos VI y V a. C., se percibe en la Grecia antigua el paso del chrónos prôtogonos entendido como tiempo circular y principio cósmico, al tiempo lineal, fugaz e irreversible. Esta transformación se explica por tres grandes factores: "la resignificación de aiôn en eternidad" operada por la filosofía clásica griega (Platón especialmente), la teología cristiana que, a través de las epístolas paulinas, muestra una resignificación de kairós en la figura de Cristo, y la ciencia matemática que instaura un patrón temporal absoluto, "un tiempo al margen del mundo". Otras condiciones que militan a favor de esta transmutación son, por ejemplo, la heterogeneidad social creciente (diversidad de la polis con una variedad de dialectos y una geografía quebrada), la relativización de determinados principios socio-políticos tales como la autoridad del rey y la afirmación del individuo como un ser singular cuya experiencia vital y afectiva presenta episodios "únicos e insustituibles". Además, "el protagonismo del azar y del capricho, la contingencia que caracteriza al devenir, proporcionan al individuo una identidad diferencial a tono con el tiempo lineal, irreversible y fugaz" . Los siglos posteriores tendrán como legado una perspectiva ya "viciada" en la cual se privilegia chrónos en detrimento de aiôn y kairós.  
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(*) Creo necesario detenerme brevemente sobre esta caracterización para señalar cómo 
entiendo el concepto de bifurcación asociado al kairós. En un principio, reducir el kairós a una bifurcación puede resultar algo incomprensible si no se toma en cuenta que el kairós encarna precisamente una ruptura que supone al mismo tiempo un cambio de itinerario. Para entender el sentido que daban los griegos al término kairós, pueden ser de gran ayuda sus representaciones iconográficas en el arte griego.Se considera así que la escultura de bronce de Lisipo de Soción, llamada justamente kairós, es una de las más sugerentes transcripciones escultóricas del concepto. He aquí la descripción que hace de dicha pieza artística Serna Arango: "nos muestra a un joven de cabeza calva a excepción del mechón de cabello que cae delante de la frente, de pies alados a punto de correr y escaparse, lo que obligaría a quien lo persigue a actuar con precisión si quiere atraparlo; el joven aparece con una balanza en la mano izquierda y el dedo índice de la derecha apuntando a los platillos, como una manera de advertir al observador que si actúa en el momento oportuno estaría en condiciones de cambiar el curso de los acontecimientos". De eso se trata: coger el momento oportuno es "cambiar el curso de los acontecimientos", es decir, en el sentido propio y figurado, bifurcar.

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