lunes, 4 de enero de 2021

Correa


Existe tal maraña de confusiones y mentiras respecto al personaje, creado por él mismo y por sus partidarios, y propulsado por el periodismo ávido de escándalo, que hay millones de personas en el mundo convencidas de que el desgarbado australiano de pelos blanco amarillos que compareció en el balcón de la embajada ecuatoriana del barrio preferido por los jeques árabes en Londres -Knightsbridge- para dar lecciones sobre la libertad de expresión, es un perseguido político de los Estados Unidos al que ha salvado in extremis nada menos que el presidente Rafael Correa del Ecuador, es decir, el gobierno que, después de los de Cuba y Venezuela, ha perpetrado los peores atropellos contra la prensa en América Latina, cerrando emisoras, periódicos, arrastrando a tribunales serviles a periodistas y diarios que se atrevieron a denunciar los tráficos y la corrupción de su régimen, y presentando una ley mordaza que prácticamente sellaría la desaparición del periodismo independiente en el país. En este caso sí que vale el viejo refrán: "Dime con quién andas y te diré quién eres". Porque el presidente Correa y Julian Assange son tal para cual. 

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