lunes, 17 de diciembre de 2018

Cambios directivos

Personas e instituciones
-Juan Pardinas

Los seres humanos nos solemos cautivar con las leyendas y biografías de los liderazgos individuales. Personajes, en apariencia superdotados, que cambian el destino de países, industrias o deportes. En el beisbol se bautizó al viejo Yankee Stadium como la casa que Babe Ruth construyó, como si el robusto jonronero hubiera cargado por sí solo todos los bultos de cemento. En el mundo de la computación, Steve Jobs es venerado como si su empresa y sus inventos se hubieran forjado desde una isla desierta. En política, los grandes líderes son forjadores de grupos de trabajo que comparten y empujan su visión del mundo. Leo Messi y Cristiano Ronaldo, los dos mejores futbolistas del planeta, son unos portentos en la cancha que jamás han ganado un Mundial, porque su deporte es la metáfora perfecta del esfuerzo colectivo.
En su libro Good to Great, Jim Collins se puso a estudiar las cifras e historias de las empresas más sobresalientes del índice de Fortune 500. De las 1,435 empresas originales, Collins puso en un comal aparte a 11 compañías que eran verdaderos garbanzos de a libra. Al encontrar los perfiles de liderazgo en estas firmas, el resultado fue una gran sorpresa. Los líderes de las empresas más destacadas no eran grandes celebridades acostumbradas a llevarse los reflectores y todo el crédito, sino más bien perfiles discretos, casi tímidos, que pueden mezclar la humildad personal con una enorme motivación profesional. Su mayor mérito fue formar equipos con las personas correctas. 
Al igual que en el deporte o la industria, en el periodismo las cosas no son distintas; como decía Ryszard Kapuscinski: "... Sin la ayuda de los otros no se puede escribir un reportaje... El periodista es el redactor final, pero el material ha sido proporcionado por muchísimos individuos. Todo buen reportaje es un trabajo colectivo, y sin espíritu de colectividad, de cooperación, de buena voluntad, de comprensión recíproca, escribir es imposible". 
Kapuscinski también decía que "para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos". Esta semana se anunció el retiro profesional de dos buenos seres humanos que son arquitectos y fundadores del diario que ahora tienes frente a los ojos: Alejandro Junco de la Vega y Lázaro Ríos. El Reforma ha sido un periódico crítico con gobiernos de todos los colores y su modelo de sustentabilidad financiera no está basado en la publicidad oficial, sino en el apoyo de sus lectores y anunciantes. En una era donde la mentira es un insumo descarado del discurso político, en un sexenio donde nuestro orden constitucional enfrenta una prueba inédita de estrés, el periodismo libre e independiente se vuelve más necesario que nunca. Servir a la verdad es una forma de defender la democracia. En el proceso de cambios institucionales del diario Reforma, fui invitado a integrarme al destacado equipo de periodistas que día a día hace de la libertad de expresión una vocación cívica. Quedo agradecido y honrado con esta generosa invitación. 
Todo comienzo es un final visto con un ángulo distinto. Mi nueva responsabilidad implica dejar mi cargo en el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). Formar parte de ese equipo fue un honor, pero también una alegría cotidiana. El arsenal de buena vibra y humanidad de las personas que ahí trabajan es una materia prima para el optimismo, aun en los días más aciagos. El apoyo del Consejo Directivo del IMCO permitió forjar un espacio de libertad intelectual para pensar y proponer soluciones a los problemas más dolorosos de México. La gratitud sincera no es un punto final, ni un estado de gracia, sino una semilla que se vuelve tronco, corteza, rama y follaje. El árbol hace todo eso para volver a ser semilla. Como dijo el científico de la manzana: "Si alcanzo a mirar más lejos, es porque estoy parado sobre los hombros de gigantes".

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