Con dedicatoria al Mercado-sin-Corona
-Manuel Falcón
¿Qué hacer con la obra pública inconclusa? ¿Cómo disponer de
las construcciones malhechas y mal acabadas? Incluso, ¿cómo enfrentar la
afrenta de edificios horrorosos? ¿Cómo mantener un elefante blanco,
emisario
del pasado? A través de trienios y sexenios se acumulan cual substratos
geológicos,
esperpentos arquitectónicos que en su momento pretendieron erigirse en
La Máxima
Obra Faraónica (se admite el plural) del gobernador, del alcalde, del
presidente en turno que buscaba así, que su nombre junto con la
imponente construcción de cemento, pasara a la historia. Botón de
muestra: la devastadora Plaza Tapatía rematada en Rabito de Porky (en su momento inaugurado como Homenaje a Qué-tal-cola). Y el
paisaje urbano tapatío de manera gradual, ha ido transformándose en un gran mazacote de
ladrillos y cemento, en fea –nunca mejor formulado- mancha urbana, en una Zona
Monstruopolitana plagada de adefesios que no edificios y torres perfectamente
prescindibles salvo para la moda. ¿Qué hacer entonces –se insiste- ante un
legado ingenieril-arquitectónico que atestigua carencia de estética, exceso de
corrupción y vocación antifuncional y estorbosa? Se propone así, de
manera discreta y sin ánimo de confrontación, la creación de la Secretaría de la
Deconstrucción Pública (a escoger: Secretaría del Derribo de Sobras Públicas; o
Secretaría del Antifeísmo Urbano; Secretaría del Piquete Implacable; Secretaría Trituradora de Torres-"Moches"; etcétera)
cuya función primordial consista en demoler la obra pública fallida.
¿Qué
sentido tiene mantener en pie dinosaurios blancos (dejemos en paz a los
parsimoniosos elefantes) de
concreto? La movilidad urbana ya de por sí complicada con la manía
obsesivo-compulsiva de colocar ciclovías y ciclopuertos hasta en las
azoteas, se vería
muy alviada si se dinamitaran varios edificios (adefesios, se reitera)
que sólo
sirven de estorbo. O ¿qué caso tiene gastar en el mantenimiento, por
ejemplo,
de la Villa Panamericana? ¿Alguien recuerda el dizque "edificio
inteligente" de
avenida Chapultepec y Morelos (que devino en "edificio estúpidamente
alto y oscuro")? ¿De qué sirve mantener, verbigracia, el "edificio
federal"
(derivado de feo) de avenida Alcalde frente al templo del Santuario? Por tanto, se invita
a los habitantes urbanosaurios de Guadalajara y municipalidades anexas, a señalar, a denunciar
(delatar resultaría más apropiado aunque descortés) aquellas obras públicas o
privadas (siempre van de la mano a la hora de cobrar) que les parezcan feas y
estorbosas. ¿Quién dijo "Yo"? Son insuficientes las calles,
ya no cabemos, se nos restriega en la cara de peatón a cada momento. Pues, entonces, ¿qué
esperamos para empezar a talar torres y edificios que salen sobrando (así como
se talan de manera subrepticia, salvaje e impune los árboles de la ciudad)?
Algunos arquitectos hablan, a propósito de adefesios en
ruinas o abandonados, de "reciclarlos", reutilizarlos, intervenirlos, pero
cambiando la vocación funcional original. Por ejemplo, se podrían colgar enredaderas y
bugambilias de los inacabados Arcos del Milenio; o pintarlos con los colores del
arco iris en homenaje a la capacidad de resistencia y supervivencia en el
sistema machista-patriarcal mexicano de la comunidad LGB más todas las T. Es
decir, así como ahora se busca rescatar áreas urbanas que acabaron convertidas en zonas cero, para
convertirlas en parques y plazas (recuérdese el destino del siniestro edificio
de la FEG -o Federación de Energúmenos y Guaruras- de la UdeG), así la
Secretaría de la Deconstrucción Pública debería elaborar un plan o mapa de las
obras a demoler por feas, estorbosas y cuyo origen contenga "moche".
Con dicho objetivo más voluntad política, volveríamos a ver el horizonte azul o puestas de sol en Guadalajara, en vez de
hacer bizcos al contemplar esa especie de marimba parada que es el hotel Riu.
"¿Cuál edifico propone Usted para que sea derribado
inmediatamente en la Zona Monstrupolitana de Guadalajara?", podría ser la única
interrogante del próximo referéndum convocado por los desquehacerados
consejeros del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana.
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