lunes, 19 de junio de 2017

Editorial de sanlunes/ Notas de padre y poder. O ¡qué padre es el poder!

Apuntes sobre figura paterna y poder político: ¿Padre, hermano, hijo?
-Manuel Falcón

A propósito del Día del Padre cabe interrogarse sobre la influencia de la figura paterna en la órbita del poder político en un país machista-patriarcal como México, cuyo Padre de la Patria fue un sacerdote insurgente (muy gente o gentil con las damas) que tuvo hijos no sólo en sentido metafórico sino literal. Así, de origen e identidad, los mexicanos somos todos hijos-de-algo (transgresor) como Hidalgo. Se parte entonces de la hipótesis de que nuestros grandes líderes políticos, sobre todo los representados en el máximo símbolo de poder del sistema: la figura presidencial, son mejor o peor aceptados, han tenido buena o mala reputación (léase "carisma"), según su fuerza simbólica como figura paternal. Reflexiónese, verbigracia, acerca de la estampa patriarcal de Porfirio Díaz, símbolo de severa y discreta solemnidad cuyo poderoso mostacho blanco no sólo le ocultaba la boca sino la lengua, de ahí su figura totémica oaxaqueña ("orden y progreso") parca y sobria en el hablar. Compárese, en salto atemporal, dicha solemnidad porfiriana con la incontinencia verbal disparatada del hijo de la Coca-Cola guanajuatense, el hermanito de mostacho teñido, Vicente Fox (sometido a los caprichos de Martita-e-hijos). Se formula súbito test: al margen de sus fechorías,  ¿cuál de ambos presidentes impone más respeto y autoridad? Así, la sociedad mexicana (frase sintética que mete en tupperware las clases sociales) no sólo necesita, sino que exige, de sus presidentes, para respetarlos, el ejercicio real, auténtico -nunca el vacío- de poder.

Y la opinión pública desdeña, descree, hace bullying, castiga y para no exagerar, lincha, al presidente (gobernador, alcalde, diputado, etcétera escaleras abajo) que no ejerce el poder a tutiplén, a plenitud. Es decir, cuya investidura presidencial o cargo político no incorpora una fuerte figura paternal. Por eso, en el sexenio actual, los ciudadanos desconfían de la figura, no de padre sino de hermanito inseguro, titubeante, contradictorio, de Peña Nieto. Compárese, en brinco atemporal, la figura de autoridad de Enrique, el del copetito, con la de mi-general (nos ponemos de pie) Lázaro Cárdenas. Pronto e inútil test: ¿cuál de ambos presidentes inspira más seguridad y confianza? Y si de Reformas Estructurales hablamos, el verdadero Padre de la Reforma fue, no se olvide, Benito Juárez ("el temple del indio", Krauze dixit). En el actual gobierno jalisciense, situémonos en tiempo real por un momento, se da el extraño caso de coincidencia sexenal en el poder Ejecutivo y Judicial, de gobernador-hijo y magistrado-padre. Se impone test: ante los ciudadanos, ¿quién posee la figura paternal de autoridad? En cuanto a padres histéricos y autoritarios conviene recordar al presidente poblano Gustavo Díaz Ordaz de cuya figura paterna machista han abrevado (e imitado) muchos hombres de poder en México, que con/funden "autoridad" con desplantes de macho matón y mal hablado. Enrique Krauze recuerda cómo el feo, pero imponente (mediante compensatoria voz estentórea) Díaz Ordaz, creció a la sombra de un macho valemadrista, el entonces cacique poblano Maximino Ávila Camacho (hermano del parsimonioso y mofletudo Manuel Ávila Camacho, "el presidente caballero") que se refería a su discípulo, el abogado Gustavito Díaz, como "gallo de espolones".

¿Qué cabe pensar, a la luz del presente apunte psicohistórico de paternidad y poder, sobre la personalidad de Miguel de la Madrid (vulgo Miguel del Más-gris) o de Ernesto Zedillo (vulgo: Dedillo)? ¿No representan acaso, más que paternales, figuras fraternales, filiales? Y en efecto, a uno lo impuso su Hermano Mayor, José López Portillo; y al otro lo forzó Carlos Salinas de Gortari. Tanto López Portillo como Salinas de Gortari representan figuras paternales de exceso: tanto de autoridad como de corrupción. La interpretación psicoanalítica señala que "la función del padre es la de soporte de la ley al prohibir el incesto que permite el ingreso del sujeto al orden de la cultura".  Es decir, el padre constituye un límite que evita la transgresión, lo cual hace inevitable traer a la memoria la figura del gobernador jalisciense, Emilio González Márquez y  su correspondiente ausencia absoluta de figura paterna que rubricó mediante el gesto impotente de hermanito humillado… ¡mentándoles La Madre al resto de los hermanos jaliscienses que se burlaban de él, enfrente de su Padre Juan Sandoval! Conviene indicar, a manera de escolio, y también bajo la trama psicoanalítica, que los caciques del poder se consideran figuras paternas autoritarias que toman como su Esposa/Madre a la estructura institucional, social, que someten y controlan (esto es, con la cual se casan incluso para toda la vida) al grado de prohibir tajantemente a los demás, a quienes consideran meros hijitos o hermanitos, intentar pensar siquiera en el incesto con la Esposa/Madre (o estructura institucional; piénsese en los líderes sindicales, por ejemplo). El cacique sólo permite, si acaso, departir o compartir la atención con ella, a intervalos o lapsos delimitados, autorizados siempre bajo la supervisión de la celosa mirada paterna.

En los estertores del sexenio que corre, interróguese desde la presente perspectiva confiada en la ecuación figura paternal=presidente poderoso:¿quiénes son los más aptos para asumir(se) como siguiente figura presidencial? Andrés Manuel López Obrador siempre será el que intenta desesperadamente salvar al otro, primero al hermano fatal de la infancia, y luego al desamparado Hermano Pueblo ("¡Déjenme salvarlo!", parece implorar, "¡Déjame salvarte!").  Adviértase el pleito infantil entre los hermanitos azules, Margarita Zavala y Ricardito Anaya, cansados de los berrinches del hermanito mayor, Felipito Calderón ¿Y qué añadir sobre la bola de hermanitos de Peña Nieto? Videgaray, Nuño, Meade, Chong, Eruviel… ¿Necesitarán recurrir a la figura paterna del recto rector, José Narro? ¿O a la temible figura paterna de Manlio Fabio Beltrones?

Por supuesto que la era digital alienta a perseguir el máximo cargo de poder en México (y en los estados y municipios y...), a la horda de millenials (o hijos y hermanitos de la revolución tecnológica en curso) que en cualquier descuido están más que prestos al parricidio o asesinato y canibalismo del Padre Primordial para refundar (o refundir) la cultura.

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