domingo, 27 de abril de 2014

Santos/ O de curar (en el sentido de curaduría en arte) milagros

Al rango de santo en la actual Iglesia católica se accede apropiándose de la función del médico: curar. Un santo es un doctor y viceversa: ambos curan.
Así, en el caso del Papa Roncalli (Juan XXIII) una monja aseguró haberse curado de un tumor en el estómago; en el caso del Papa Wojtyla (Juan Pablo II), otra monja aseguró haberse curado del mal de Parkinson. Es obvio el deseo de imitar al hacedor de milagros por excelencia: Jesucristo. Pero, éste además de curar enfermos hizo gala de mayor imaginación. Caminó sobre las aguas, por ejemplo. 
¿Qué significa, hoy en día entonces, que un milagro -para ser creído- se base siempre en la curación del cuerpo; esto es, de un milagro somático?  
Dado que todo el espectro religioso aparece como un problema de conciencia, ¿no cabría imaginar un milagro siquiera de curación de la conciencia? Pero, claro, siempre resultará más espectacular la desaparición inexplicable de un tumor maligno que la desaparición de autismo, esquizofrenia o depresión crónica. 
Vaya paradoja de las obras sobrenaturales hoy en día reducidas a fallas naturales del cuerpo humano. El milagro católico, el consultorio médico y la farmacia lucran con la enfermedad. (MFM)

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