domingo, 7 de marzo de 2021

El culto - Carlos Elizondo Mayer-Serra


Había que oírlos: repitiendo datos y argumentos, sin lógica ni fundamento, para defender su reforma eléctrica. No sé si se lo creían, pero solían terminar con el mantra del gurú: es para proteger la soberanía nacional.

El concepto de "soberanía nacional" es inútil en esta materia. La inversión para no depender del gas de Texas no la pueden pagar ni Pemex ni CFE. El relevante es el de seguridad energética, la cual se consigue con suficiente capacidad de almacenamiento de gas y gasolina, diversas fuentes de energía, mejores líneas de transmisión y distribución, una buena regulación y capacidad de extraer el gas en yacimientos no convencionales ubicados en el noreste de México, similares a los de Texas. Todo ello estaba previsto en la reforma eliminada. Todo fue cancelado por el gobierno de AMLO desde el día uno de su gobierno.

No hay un país en el mundo que siga un modelo como el ahora escogido por nuestro gobierno, que consiste en conectar primero a la red eléctrica a las plantas más caras, propiedad de una ineficaz empresa estatal. Ningún país prefiere usar combustóleo a energías limpias. No hay un solo experto reconocido en el mundo que recomiende ese camino. Pero es el que le gusta a AMLO.

Así, sin un diagnóstico de los costos e implicaciones de la reforma, a contracorriente de la tendencia mundial de hacer más limpia la matriz energética, con el riesgo de no tener la energía eléctrica que el país requiere, sabiendo que se viola la Constitución (lo había dicho la Suprema Corte con medidas reglamentarias dictadas por la Sener, idénticas a esta reforma) y violatorio de lo firmado en el T-MEC, la aplanadora morenista no hizo caso de un solo argumento del parlamento abierto. Fue mero show.

Trabajar para AMLO es aceptar su voluntad. Si él quiere un trenecito que dé la vuelta a la península de Yucatán, a construirlo. Si AMLO defiende a un presunto violador, mejor olvidar el agravio. Si le preocupa la seguridad del palacio donde vive, a construir un muro nunca antes visto. A AMLO no le gusta que le lleven la contra, ni en público ni en privado.

Quien decide sin restricciones termina atascado en proyectos ridículos. Le pasó a Perón, cuando un charlatán, el austriaco Ronald Richter (ligado con el ingeniero nazi Kurt Tank), lo convenció de que se podía llegar a la energía nuclear mediante la fusión nuclear controlada. Le montaron todo un laboratorio en Bariloche. Un fracaso monumental.

Nadie se atreve a decirle al rey que está desnudo. Muchos saben que no trae ropa, aunque más de uno le cree y está convencido de la superioridad moral e intelectual de su líder. El caricaturista El Fisgón resumió así esta postura: "Con Andrés Manuel me pasa con mucha frecuencia que no estoy de acuerdo con cosas que dice. Pero ahora, mi reflejo es preguntarme: '¿Qué es lo que no estoy entendiendo?'. Y sí, me doy cuenta de que con mucha frecuencia, a la larga, él tiene razón, y esto lo ves a la larga".

Que la gente le crea no legitima nada. Cerca del 75 por ciento de los republicanos cree que a Trump le hicieron fraude en la última elección.

Para evitar el gobierno de un solo hombre las democracias contemplan la división de poderes. Y también un espacio de racionalidad técnica para la toma de decisiones complejas, que no pueden depender del capricho de una persona.

En México esto no existe más. El Congreso hace lo que AMLO le pide. Saben que la reforma energética es inconstitucional, pero esperan que, cuando el tema llegue a la Corte, ya cuenten con un tercio de ministros leales a AMLO capaz de validarla.

De la racionalidad técnica ni hablemos. Para este gobierno es signo de perversión moral buscar a los mejores expertos para hacer análisis sofisticados sobre cuál es la decisión óptima. Para qué, si ya hay quien tiene la razón, tarde o temprano: el líder y fundador del culto, el señor Presidente.

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