domingo, 22 de marzo de 2020

Ejecutivo ejemplar

El adicto 
-Carlos Elizondo Mayer-Serra, 22 mar 2020, REF 
 Como esos adolescentes incapaces de despegarse del celular, AMLO requiere estar hablando en público, ya sea en la mañanera, en una reunión de gabinete o en un mitin. Es tan grande su necesidad de no sentirse solo, que, aun estando rodeado de cientos de personas, tiene la pulsión de darle un beso con mordisco a una niña que se resistía a su cariño en un mitin el sábado 14 de marzo. 

Su incapacidad de quedarse en la oficina (que es su casa) para estudiar junto con su gabinete los problemas con profundidad, lo lleva a recorrer el país frenéticamente. Todavía ayer estuvo en un mitin en Oaxaca. Quizás es un millennial incapaz de estar en la oficina. Las implicaciones de su adicción son muchas. La primera, perder su tiempo, el de su equipo y el del país en parloteos generales y en temas absurdos como la rifa del avión o las estampitas religiosas. En lugar de estar en celebraciones, debería analizar la mejor ruta de acción frente a la crisis epidemiológica y económica que ya se nos vino encima, apoyándose en los expertos.
Expertos con libertad para opinar. Cuando el líder de un gobierno es adicto a la adulación, todos, incluidos los expertos, aprenden a anticipar sus deseos y evitan decir lo que no le va a gustar al gran timonel. Pero quizás no necesita expertos, porque, según John Ackerman, AMLO es un científico. Su secretario de Salud solo sigue instrucciones. 

El segundo problema es la señal de despreocupación que manda a la población al negarse a usar el gel antibacterial y al continuar en giras y reuniones públicas. Para muchos la conclusión es obvia: el problema no es tan grave. Un mandatario debe comportarse como tal, sobre todo en circunstancias en las que está en juego la salud o la vida. Se debe gobernar con el ejemplo. (...)

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