jueves, 21 de noviembre de 2019

Revoloconfusión

 109 aniversario
-Macario Schettino

Ayer, 20 de noviembre, se celebró el desfile para conmemorar el 109 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Así que ahora tenemos dos días para este festejo: el tercer lunes del mes, que es asueto, y el 20 de noviembre, que resucitó.
Mi investigación y opinión acerca de la Revolución, y del régimen que resultó de ella, aparecen en el libro Cien Años de Confusión, que se publicó hace algunos años, aunque hay ediciones más recientes. En ese texto recojo el trabajo de muchos estudiosos, para documentar cómo se trató en realidad de tres procesos diferentes: la rebelión contra Díaz, que duró unos meses y no causó mayor mortandad; el golpe de Huerta y el levantamiento en su contra, que fue bastante más serio, y la guerra civil por el poder entre dos grupos, que fue lo que realmente dañó al país.
El grupo triunfador, los sonorenses, se mantuvo en el poder por 15 años, en los que se destruyeron a sí mismos, y acabaron entregándolo a un michoacano, Lázaro Cárdenas, quien es el verdadero constructor del régimen político en que vivimos el resto del siglo. Como dato curioso, desde entonces no hemos vuelto a tener un presidente originario del norte del paralelo 20, a menos que se considere así a Vicente Fox (cuya vida se desarrolló más en la Ciudad de México).
El régimen de la Revolución Mexicana, o Priato, se establece con claridad en 1938, cuando Cárdenas funda el Partido de la Revolución Mexicana, un partido corporativo, y además nacionaliza la industria petrolera, gran signo político. Este régimen funciona durante 50 años, hasta que en 1988 se cimbra con la candidatura de oposición del hijo del general. En ese medio siglo, el régimen obtiene su legitimidad de la leyenda de la Revolución, que se construye con los murales de Rivera, los almanaques de Helguera, algunos discursos y después los libros de texto.
El sistema educativo, de hecho, se crea como mecanismo de adoctrinamiento para fortalecer esa legitimidad. Ésa es la razón de que los niños y jóvenes mexicanos destinen la cuarta parte del tiempo que están en la escuela a estudiar “ciencias sociales” (esto no ocurre en ningún país civilizado). La fuerza de la leyenda es tal, que alcanzó para que 30 años después del inicio del fin del PRI, éste pudiera transfigurarse en Morena y alcanzar un triunfo abrumador.
El presidente López Obrador apela a la Revolución para obtener su legitimidad. Eso es notorio en sus discursos, en las personas que eligió para acompañarlo, en su obsesión petrolera, en la renovación del mito de la política social. En una población con serias dificultades de lectura e incapacidad para resolver problemas elementales (datos de PISA), el discurso de la Revolución resuena. No en balde se les repitió infinidad de veces, por esos maestros-activistas que han recuperado el control de su futuro, es decir, de su presupuesto.
La Revolución, y el régimen que se construyó a su amparo, tal vez nos hayan costado dos terceras partes del ingreso de los mexicanos. No olvide que el ingreso que había en 1910 se recuperó hasta 1939. Los siguientes 25 años crecimos junto con todo el mundo, pero para 1965 el modelo extractivo estaba agotado. Desde entonces, fue la deuda externa lo que financió el crecimiento, hasta la crisis de 1982. Un fracaso en toda la regla. Si quiere más detalles, lo refiero al libro.
El actual gobierno representa el tercer fracaso de México en su intento de modernizarse. Fracasaron las Reformas bBrbónicas (1770-1800), las Reformas Liberales (1867-1911) y ahora las Reformas Estructurales (1990-2015). Ellos le dicen cuarta transformación, en realidad es Tercer Fracaso. Hágase a la idea.

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