*El color de los seres humanos actuales es el resultado de una compleja secuencia de eventos biológicos y demográficos
*Los distintos rasgos que caracterizan las poblaciones humanas no tienen correspondencia con el color de la piel
-Juan Ignacio Pérez Iglesias
Al decir de alguien que es blanco o negro, es posible que pensemos que pertenece a una categoría biológica definida por su color. Mucha gente cree que la pigmentación de la piel refleja la pertenencia a una raza, "cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia", según la RAE. Esa noción, en el caso de nuestra especie, carece de sentido. Desde un punto de vista biológico, las razas humanas no existen.
En la piel hay melanocitos, células que
producen y contienen pigmentos. Hay dos tipos de pigmentos, llamados
melanina: uno es marrón parduzco (eumelanina) y el otro, rojo
amarillento (feomelanina). El color de la piel depende de la cantidad y
la proporción de ambos. Esto depende de diferentes genes: unos inciden
en la cantidad de pigmento en los melanocitos y otros sobre la
proporción entre los dos tipos de melanina. Por lo tanto, colores muy
similares pueden ser el resultado de diferentes combinaciones y obedecer
a configuraciones genéticas diferentes.
Los africanos, en general, son de piel oscura. Los dinka,
de África oriental, la tienen muy oscura; los san, del sur del
continente, más clara. Los nativos del sur de la India, Nueva Guinea y
Australia también son de piel oscura. En el centro de Asia y extremo
oriente, así como en Europa, las pieles son, en general, claras. Los
nativos americanos las tienen de diferente color, aunque no tan oscuras
como los africanos.
Si nos atenemos al color de la
piel escondida bajo el grueso pelaje de los chimpancés, lo más probable
es que nuestros antepasados homínidos la tuviesen clara. Hace unos dos
millones de años los miembros de nuestro linaje vieron reducido el
grosor y consistencia del pelaje, que se convirtió en una tenue capa de
vello. Esa transformación expuso la piel a la radiación solar
ultravioleta, que puede causar cáncer y, además, eliminar una sustancia
de gran importancia fisiológica, el ácido fólico. Seguramente por esa
razón se seleccionaron variantes genéticas que oscurecían la piel,
porque la melanina la protege de dichos daños.
Los
seres humanos hemos llegado a casi todas las latitudes. Nuestra piel se
ha visto expuesta a diferentes condiciones de radiación. Al igual que un
exceso de rayos ultravioleta puede ser muy dañino, su defecto también
lo es. Sin esa radiación no se puede sintetizar vitamina D, cuyo déficit
provoca raquitismo y otros problemas de salud. Por esa razón, sin
descartar otras posibles como la selección sexual a favor de las pieles
más claras, la piel humana se ha ido aclarando en algunas zonas
geográficas por selección natural.
Además, los
movimientos de población han propiciado la mezcla de linajes, cada uno
con sus rasgos genéticos y características pigmentarias, para dar lugar a
múltiples configuraciones. El color de los seres humanos actuales es el
resultado de una compleja secuencia de eventos biológicos y
demográficos. No es posible delimitar biológicamente unos grupos y otros con arreglo a ese rasgo.La diversidad genética existe
Lo anterior no pretende negar la diversidad genética en la especie humana. Existe diversidad, por supuesto.
Hay poblaciones con numerosas copias del gen de la α-amilasa y otras en las que hay muy pocas.
Los
inuits toleran el frío mejor que otros seres humanos y cuentan con unas
desaturasas que les permiten alimentarse con una dieta exclusivamente
carnívora sin que ello les cause los problemas que provocaría a otros
seres humanos.
Los pigmeos africanos presentan
variantes genéticas relacionadas con el sistema inmunitario. Una
mutación en el gen PDE10A –que codifica una fosfodiestearasa- permite a
los bajau laut (los llamados "nómadas del mar") permanecer sumergidos en
apnea hasta trece minutos.
La mayor parte de europeos
y descendientes de europeos, así como los miembros de otros grupos
humanos en África, la península arábiga y el subcontinente indio
retienen en la edad adulta la capacidad para digerir la lactosa de la
leche.
Los tibetanos tienen menor concentración
sanguínea de hemoglobina y una mayor densidad de capilares. Ambos rasgos
parecen tener base genética.
En los pueblos de África occidental que hablan lenguas kwa la anemia falciforme es mucho más prevalente que en otros africanos.
Estos
rasgos que caracterizan las poblaciones humanas no tienen
correspondencia con el color de la piel. Ni las diferencias en el color
de la piel se corresponden con muchos otros rasgos que también varían
según otros patrones y por efecto de diversas presiones selectivas.
¿Un concepto útil?
Hay
quienes sostienen que la categoría 'raza' es útil en nuestra especie a
efectos sociosanitarios. Se ha observado, por ejemplo, que los
norteamericanos de origen africano (llamados habitualmente
"afroamericanos") tienen mayor propensión a padecer ciertas
enfermedades. Por eso defienden el uso del término "raza" para
diferenciar a negros de blancos. Un ejemplo es el de la mayor propensión
-de base genética- de los afroamericanos a padecer cáncer de próstata.
La mayor parte de ellos descienden de personas esclavizadas procedentes
de pueblos de África Occidental en los que es muy frecuente la variante
genética responsable. Cuando el gen en cuestión tiene, en esas mismas
personas, ascendencia europea, la frecuencia de esa variante es muy
inferior. Y todos ellos tienen la piel oscura.
Las
categorías biológicas son problemáticas. En el mundo animal se
diferencian, no sin dificultades, distintos linajes y grupos de linajes.
Clasificamos a los animales en filos, clases, órdenes, familias,
géneros, especies y, en algunos casos, subespecies. También pueden
definirse categorías intermedias. Pero no tenemos razas. Por debajo de
la especie o la subespecie, hay poblaciones.
En los
animales domésticos sí se suele hablar de razas, pero ese es un caso muy
especial, pues se han obtenido por selección artificial de determinados
atributos. Se trata, por ello, de una categoría no trasladable al
resto.
Claro que hay diversidad genética en la especie
humana. Se ha producido, como en los demás animales, a causa de
mutaciones al azar y por efecto de la selección natural sobre la
frecuencia de las variantes genéticas en cada población, del flujo
génico provocado por migraciones y cruzamientos entre individuos de
diferentes poblaciones, y de la deriva genética. Pero no hay conjuntos
homogéneos de variantes que permitan definir grandes grupos humanos a
los que podamos denominar razas.
No hay, pues,
fundamento para invocar su existencia. Como tampoco lo hay para
justificar, sobre bases inexistentes, otras diferencias.
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