miércoles, 15 de noviembre de 2017

El machómetro no registra 'el período': 2 reflexiones 2

"Tengo la regla" hay que decirlo más

Porque esto no significa comunicar que "estoy sangrando", sino que no es nada malo hacerlo

15 NOV 2017
Si te paras a pensarlo, el tema de la menstruación tiene todos los elementos para que alguien con tendencia conspiranoica lo considere el mayor complot mundial jamás orquestado: la mitad de la humanidad, durante unos 40 años de nuestra vida, tenemos la regla una vez al mes. Pero todo el mundo se ha puesto de acuerdo para no hablar de ello en voz alta.

Así, en vez de nombrarlo con las palabras adecuadas, nos hemos inventado eufemismos como “mis días”, “estar mala” o cosas tan locas como “la amiga comunista” o "mi amiga la sangrona". También vemos anuncios en los que se utiliza líquido azul para comprobar la absorción de una compresa, en vez de usar el color rojo de la sangre. Y las mujeres hacemos verdaderos esfuerzos por esconder en la manga un tampón de camino al baño cuando estamos en el trabajo. No creo que sea una conspiración mundial, pero está claro que invisibilizamos la regla en nuestro día a día.
 Sí, “tengo la regla” hay que decirlo más. Y no porque te apetezca transmitir a tu entorno cómo estás sangrando en ese momento, sino porque ¡oh, sorpresa! es algo natural, no es malo y continúa usándose como símbolo de debilidad de las mujeres. Y no estamos hablando ya de lugares como Nepal, donde supone la separación de las niñas de la vida pública. Recuerdo al típico graciosete del instituto que cogía las compresas de las chicas y hacía bromas mientras ellas (nosotras) nos sentíamos humilladas y avergonzadas.
 Afortunadamente, las mujeres más jóvenes -las millennials- están empezando a enfrentarse a este tabú. Un ejemplo: Yuya es la youtuber que más seguidores tiene a nivel mundial. Casi 20 millones de personas están suscritas en su canal principal (tiene varios). Su video sobre cómo la copa menstrual le ha cambiado la vida, se ha visto más de 6 millones de veces. Y no es el único que acumula cifras parecidas. Dale al play e imagina si sería posible haber visto algo así en la televisión cuando tenías su edad.

Lena Dunham, la creadora y protagonista de la serie Girls, sufre endometriosis. En sus apariciones públicas y en sus redes se encarga de visibilizar esta enfermedad que afecta a una de cada diez mujeres y de la que hasta hace poco apenas se hablaba. Por cierto, la minimización de los dolores hace que el diagnóstico de esta enfermedad pueda retrasarse durante años. Ahí va otra batallita: la primera vez que fui al ginecólogo le conté que me dolía mucho la regla. Su respuesta fue: “Tú quieres que te recete la píldora ¿no?”. Yo realmente no quería, así que no me la recetó. Pero me fui a mi casa con los mismos dolores.

Esa normalización por parte de las más jóvenes ha permitido que la regla se cuele en las redes sociales. La artista Cinta Tort - Zinteta, en Instagram - suma miles de seguidores. El objetivo de su trabajo es intentar que la gente acepte su cuerpo tal cual es. Con la regla incluida, claro. Sus imágenes llevan el hashtag #ManchoYNoMeDoyAsco.
 La misma red social censuró hace dos años la fotografía de una poetisa canadiense en la que se veía a una chica con una mancha de sangre en el pantalón. Fue una de las primeras reivindicaciones públicas masivas en redes sobre la menstruación. Este video de una marca de compresas fue aplaudido por utilizar líquido rojo en vez de azul. La sangre, por otra parte, no parece un problema en otros contextos. Como preguntaba la directora y actriz Leticia Dolera a su colega Nacho Vigalondo: “¿por qué a muchos hombres no les inquieta ver sangre a borbotobnes en películas de guerra, policíacas o de terror, pero les inquieta muchísimo la sangre de la regla?”.
 Hay ejemplos que dicen que vamos avanzando, aunque a pasos pequeñitos. Hace unas semanas, en Canarias eliminaron el IVA a los productos de higiene femenina, una reivindicación que ha crecido en los últimos años. Italia abrió el debate en Europa al plantear el derecho a un permiso menstrual pagado en el trabajo. El entorno laboral es uno de los más hostiles a la hora de hablar de la regla con naturalidad. Imagina el momento en el que haya tampones en los baños del trabajo y no tengas que pedírselos a una compañera con más disimulo que si estuvieras comprando droga.
 “En general en los baños de las empresas hay seda dental y enjuague bucal. En muchas ocasiones, una cestita con desodorante, laca, quitamanchas, kit de aguja e hilo. Y una máquina expendedora de compresas y tampones. Es gratis. Pasa tanto en Google como en Facebook y Twitter. En la nueva sede de Apple también estaba en una máquina expendedora pero que no lo parecía, estaba integrado en la pared del baño”, explica Rosa Jiménez Cano, corresponsal de El País en Silicon Valley.

Hormonalmente, las mujeres no somos lineales, sino que tenemos etapas. Negar los efectos de cada una porque no es natural hablar de ello, hace que nos enchufemos espidifen e ibuprofenos una vez al mes para intentar que no afecte en nada a nuestro día a día. Lo que se comenta menos es que la segunda etapa del ciclo, cuando tenemos los niveles de estrógenos a tope, también puede hacerte más productiva y darte esa sensación de que puedes con todo. De nuevo, otra vez la idea de debilidad. Tanto que, como dice la educadora menstrual Erika Irusta, a la fase premenstrual la hemos acabado llamando “síndrome”, como si fuera una enfermedad cuando sólo es una etapa. Ella lleva intentando desde hace años hacer pedagogía con el tema, a través del proyecto El camino de rubí y de la comunidad cerrada Soy1soy4.

“De acuerdo, de acuerdo, me parece muy bien, pero ¿de verdad hace falta hablar de ello en público?” Me adelanto a tu pregunta, querido comentarista de este artículo. Piénsalo así: si te parece muy bien ¿de verdad hace falta callarlo? ¿Cómo es posible que todas las mujeres que conoces tengan la regla y no sepas nada o tan poco sobre ella? ¿Podrías definirla?
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LA HISTORIA DETRÁS DE
Por qué empezamos a considerar la regla algo sucio 
"Aun estando basada en algo biológico, no deja de ser una construcción social"

Virginia Mendoza, 15nov2017 

Una mano extrae un tampón ensangrentado. A la imagen, que es de 1971, se la ha considerado la primera muestra de arte menstrual. A su autora, Judy Chicago, pionera del arte feminista. Gioconda Belli, en la misma época, dedicó un poema a la que llamó "la enfermedad de las mujeres". No fueron hechos aislados.

Las feministas de la segunda ola, que se produjo durante las décadas de los sesenta y los setenta, reivindicaron el cuerpo de la mujer y sus procesos. Lo hicieron, especialmente, desde el Colectivo de Mujeres de Boston, que publicó el libro Nuestros cuerpos, nuestras vidas. Aunque hoy se visibiliza la regla desde el arte y a través de las redes sociales, se sigue silenciando en el ámbito personal, especialmente cuando hay hombres cerca. Ya no es una maldición, pero sigue arrastrando vergüenza.
La menstruación como algo sucio, impuro, tóxico, contaminante, ha sido una constante en tantos lugares y durante tantos siglos que podría parecer universal, pero no lo es: "Cómo percibimos la regla es algo claramente cultural. No deja de ser una construcción social, aun estando basada en algo biológico. Aún es un gran tabú para nosotras", aclara Noemí Villaverde, autora de Una antropóloga en la luna.
Un vistazo a la historia nos demuestra que el temor a la regla podría incluso estar presente desde la Prehistoria. Se cree que los hombres prehistóricos, como cazadores, temían que la sangre menstrual propiciara ataques de animales peligrosos. Plinio el Viejo, por su parte, en el siglo I d.C., se encargó de extender la idea de que la menstruación era un instrumento poderoso "para bien y para mal".
Que la menstruación se vea como algo temible se ha explicado de diversas maneras. El escritor y filósofo rumano Mircea Eliade solía relacionar el tabú menstrual con el misterio y el miedo a la sangre. "Algunos estudiosos han tratado incluso de explicar la segregación iniciática de las muchachas relacionándolo con el miedo primitivo a la sangre menstrual", escribió en Nacimiento y renacimiento.
Purificación Heras, profesora de Antropología de la Universidad Miguel Hernández de Elche, explica el temor a la regla a partir de su propio nombre: "Purificación refiere al hecho de la construcción de las mujeres como sujetos impuros en algunos momentos y circunstancias". Hay constancia de que en el siglo VI se practicaban ritos purificadores relacionados con la regla en la India, donde las mujeres menstruantes tenían que bañarse en el río varias veces seguidas, frotarse con estiércol y bañarse de nuevo. Hasta un total de 94 baños seguidos.
"Esta idea de purificación, de influencia judía, también enraizó en el cristianismo. Hasta hace poco, estaba prohibido que las mujeres menstruantes recibieran la comunión", nos recuerda Heras. Un texto del Antiguo Testamento, el Levítico, habla de la impureza de la mujer con la regla: "Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo hasta la noche". La del cristianismo y la del judaísmo no son las únicas tiranteces entre las religiones y la menstruación. Heras también recuerda un artículo de Fátima Mernisi sobre las restricciones a las mujeres musulmanas a partir de una relectura del Corán: "Ha sido el interés masculino por preservar su poder lo que ha rodeado de rechazo a las mujeres y a la menstruación, algo que intentó desterrar Mahoma", dice Heras parafraseando a Mernisi.
Sin embargo, en un rápido recorrido por distintas culturas, esta antropóloga encuentra ejemplos en los que la menstruación no supone necesariamente un tabú. Es lo que se encontró, por ejemplo, Margaret Mead en Samoa, porque "la posibilidad de que una joven cause daño es limitada", recuerda Heras. Con este ejemplo encontramos que "lo que podría haberse convertido en fuente de poder y prestigio, se convierte por el contrario en signo negativo y convierte a las mujeres en cuerpos a los que hay que controlar aún más", explica Heras.
A June Fernández, directora de Píkara Magazine, también le llama la atención esta asociación de la menstruación con lo sucio y lo contaminante: "Me parece curioso que se asocie con la suciedad la regla cuando en realidad es un proceso de limpieza: se desprende el endometrio y se regenera de alguna forma el útero".
No obstante, Fernández tiene una visión optimista de la situación actual, puesto que los antiguos mensajes de maldición, impureza y suciedad van cayendo en desuso. Lo que sí critica es que se nos siga explicando tan poco sobre este proceso. "Más que estigma veo desempoderamiento", aclara.

Los tópicos y los olores
Si bien la consideración de la regla como algo contaminante se ha relajado en los últimos tiempos, no han dejado de escucharse tópicos, a veces envueltos en la apariencia de bromas, que impiden la normalización de la menstruación.
En un texto breve, titulado "¿A qué huele el coño?", Elena Alonso, autora del blog Viajamor, escribió: "Y no te permito delante de mí que menosprecies el olor del coño. Porque por chistes como este venimos las mujeres arrastrando muchos siglos de represión".
Según Heras, los significantes de contaminación han ido perdiendo poder y eso ha propiciado un nuevo mecanismo de control que crea la necesidad de apagar los olores. Por eso, cree que "la higiene en la sociedad occidental es control del cuerpo individual".
Según la antropóloga Noemí Villaverde, nuestra sociedad no lleva bien "los adentros", en general: "Lo que antes se veía como algo natural, defecar u orinar en la calle, por ejemplo, fue cambiando a partir del retrete y otras normas de pudor y discreción". ¿Qué los diferencia entonces de menstruar? "Es únicamente de mujeres, por lo que es más fácil insertarlo en el lugar de lo sucio/salvaje/incivilizado frente a lo civilizado/normativo/objetivo de los hombres, que es como entendemos el binomio hombre/mujer en nuestra sociedad", explica.
Educación menstrual y política
Erika Irusta, pedagoga menstrual y responsable de la comunidad educativa Soy1soy4.com, trabaja a diario para promover un "orgullo menstrual". Tantos años concibiendo la regla como algo sucio ha provocado que incluso las propias mujeres recelemos de ella. "Es importante el no tener asco a tu propio cuerpo, a tus propios fluidos. Por ejemplo, a muchas mujeres les da asco la sangre menstrual, pero no el semen o la sangre en la nariz. Sin embargo, la regla nos dice cosas sobre nuestro cuerpo", explica Irusta.
Erika Irusta reconoce su deuda hacia el Colectivo de Mujeres de Boston, las autoras del libro Nuestros cuerpos, nuestras vidas, porque "fueron mujeres que estudiaron para mujeres lo que la ciencia no ha estudiado ni desarrollado y que, cuando lo hace, lo hace de manera productivista, patriarcal y neoliberal".
La antropóloga Purificación Heras, que también es enfermera, coincide con Irusta en que el sistema biomédico no ha ayudado precisamente a que eliminemos las connotaciones negativas de la menstruación. Heras jamás olvidará la frase que escuchó a uno de sus profesores: "La sangre menstrual es el llanto del útero por el hijo que no tiene".
He aquí uno de los peligros del discurso esencialista sobre la menstruación: la posibilidad de reducirlo a la capacidad reproductiva. Para Irusta es importante recordar que "somos algo más que cuerpos que pueden tener criaturas".
Erika Irusta considera que reivindicar el ciclo menstrual es una cuestión política y su mayor aspiración es abrir un debate real en términos políticos. "Nuestros cuerpos se han politizado y cuando nos querían dentro de casa se hizo un discurso sobre la menstruación, pero cuando nos querían fuera de casa se hizo otro", remacha.
Según la pedagoga, es necesario ir de lo íntimo a lo público. De lo contrario, corremos el riesgo de que se transforme en discurso y "en el momento en el que se transforma en discurso, volvemos a perder el cuerpo".
De acuerdo con Irusta, June Fernández considera que aceptar el cuerpo es aún una forma de empoderamiento que nos permite reconciliarnos con la regla. Por eso, aboga por lanzar mensajes que no estigmaticen la regla pero que tampoco la mitifiquen. Porque la regla, según ella, es mucho más que sangre y dolor: "Es la señal de que todo está bien".

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