Las tetas de Tiresias
Tiresias sabe de espantos,
de dulces sueños y grandes castigos,
sabe de tetas que una vez fueron suyas, disfrutó de unos pezones volando
hacia la libre entrega y al inútil llanto,
que sólo le queda seguir su camino.
Con los ojos dentro mira la plaza y nunca hubiera pensado que conocer el futuro fuera a hacer tanto daño, que fuera tan difícil el olvido.
Tiresias y sus tetas sobrevuelan mares de palabras, de ideas y de razonables sinsentidos, aparecen como nube dorada cargada de truenos y junto a Manto relegan la ceguera para enardecer al aburrido limbo.
Con los ojos dentro mira la plaza y nunca hubiera pensado que conocer el futuro fuera a hacer tanto daño, que fuera tan difícil el olvido.
Tiresias y sus tetas sobrevuelan mares de palabras, de ideas y de razonables sinsentidos, aparecen como nube dorada cargada de truenos y junto a Manto relegan la ceguera para enardecer al aburrido limbo.
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Tiresias y su hija Manto, 1792, Henry Singleton
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