"En la Cruz cesó de golpe la conciencia humana del Hijo del Hombre; es decir, se interrumpió de súbito la percepción elemental, cotidiana, habitual, normal, humana, demasiado humana, de Jesús. El cuerpo del Cristo se transportó de la Cruz a una cueva-sepulcro. Luego de un profundo y febril trance, al tercer día, Jesús abrió los ojos. Aun yacente, vio, con gran asombro, el techo de la cueva: las vetas ondulantes,vívidas, los colores cambiantes de las rocas. Se incorporó y, maravillado, vio sus manos, pies, abdomen; los apreció al tacto. Sorprendido vio un rayo de luz que provenía de una fisura en la gran piedra colocada en el ingreso como puerta; piedra de la que acarició su consistencia, bordes, poros, relieves y polvo. La desplazó sin esfuerzo y salió al exterior ¡De golpe, vio el mundo de otra manera! Las nubes jugando a configurarse y a desconfigurarse sin cesar; la savia recorriendo el tallo de los árboles; el sol con esa carcajada amarilla descomunal...
Jesús esbozó una gran sonrisa: había despertado, resucitado, su conciencia divina. Vio en todo y en Él mismo, la eternidad".
-Fragmento del texto gnóstico del escriba Lemanael
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