domingo, 10 de abril de 2016

Presidenta, for heaven's sake

Caricatura de Colleen O'Hara
Hillary candidata 
SARAH SEFCOVICH -10/04/2016

Hace poco menos de un año, cuando la señora Hillary Clinton anunció públicamente que se lanzaría como candidata para la nominación del partido demócrata a la presidencia de Estados Unidos, escribí en una revista para mujeres lo siguiente: “Es innegable que ella es la figura de la política norteamericana más conocida en su país y en el mundo. Se trata de una mujer que desde 1979, cuando cruzó la puerta de la casa de gobierno de Arkansas acompañando a su marido, ni un sólo día ha estado fuera del reflector: cuando no era primera dama estatal o nacional, era senadora; cuando no era secretaria de Estado, escribía libros que se convertían en superventas; cuando no hacía discursos en reuniones internacionales, daba conferencias pagadas con seis cifras. Todo lo anterior no deja lugar a dudas: se trata de una persona con conocimiento y experiencia, con tesón y disciplina, con ambición y perseverancia, que ha caído y se ha levantado y allí sigue”.

Pero, además de esa explicación y esos elogios, escribí también: “Sin embargo, no hay que perder de vista que Hillary ronda los 70 años, y eso significa mucho. Ante todo, en términos de energía: el puesto de presidente del país más poderoso del mundo necesita a alguien más joven, por el esfuerzo que se requiere para soportar las presiones y las largas horas de trabajo. Pero no sólo por eso, sino también, porque es un cargo que exige tener los nuevos saberes y códigos de los tiempos, que vienen de manera natural con la pertenencia a otra generación. Hillary se formó en los años sesenta y ella y su marido aprendieron a gobernar (porque la suya fue sin duda una pareja gobernante) en los años ochenta. Eso significa una manera de ver el mundo y de entender las prioridades y los métodos que ya no necesariamente sirven. Y a su edad, tampoco es sencillo cambiar, porque lo que aprendimos en nuestros años formativos se queda impreso en nuestras maneras de pensar, reaccionar y actuar”. Por todo ello, y porque no creo en apoyar a nadie por su género sino por sus capacidades y también porque me parece que ya es hora de que caras nuevas entren al escenario político, pues llevamos un cuarto de siglo oyendo el nombre y los ires y venires de la señora Clinton, afirmé que Hillary no era adecuada como candidata. 

Sin embargo, hoy pienso distinto. No es que lo que dije de la señora no sea cierto, pero frente a lo que ha sucedido durante estos meses, cuando hemos conocido a quienes quieren ser candidatos de los dos grandes partidos del país vecino (del lado republicano, todos tremendamente reaccionarios y del lado demócrata, otro también demasiado viejo y para colmo sin experiencia en gobierno y que además gusta de discursear prometiendo lo imposible), la señora Clinton adquiere otra dimensión. Y en esa dimensión diferente, por extraño que parezca, ahora tenemos que verla como la mejor candidata. Porque de todos los que están contendiendo es la única que conoce lo que significa estar en el gobierno e incluso lo que significa, exige y requiere el cargo de presidente; porque conoce y tiene la capacidad de entender a su país pero también al mundo en el que vivimos; porque posee una excelente comprensión de la economía; y porque cree (eso lo ha demostrado) en la necesidad de negociar y de hacer alianzas. Y, pues ya entrados en esto, también porque le importan mucho las mujeres y sus dificultades en la vida laboral y porque tiene una perspectiva sobre los indocumentados que propone darles la oportunidad de legalizar su situación, dos cuestiones que nos resultan hoy de primordial importancia. 

Por todo esto, como dijo el importante periódico liberal The New York Times, “Hillary Clinton is the right choice”, es la candidata correcta. Y tiene razón esa publicación, pues como están las ofertas de candidatos en el país vecino, la señora es sin duda y con mucho la mejor opción. Más que eso: la única.

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