Mientras sobrevuela ciudades, el trineo de Santa
Clos se distingue en el cielo nocturno, abriéndose
paso entre nubes y estrellas, por su color rojo brillante como carro de bomberos.
El mítico vehículo, sobrecargado de
regalos navideños, ya no usa renos desde que la Comisión de Derechos Humanos
de los Animales emitió la recomendación de terminar con la violencia animal
intrafamiliar en la casita del Polo Norte que exhibió a Santa Clos ante los
ojos del mundo como "esclavista animal", a partir de la cual se autorizó a
policías municipales, autodefensas y sicarios, a disparar desde
tierra contra "el renocida de uniforme rojo y barba blanca". Así, del trineo
sólo queda el nombre, pues ahora Santa Clos pilota un tráiler rojo
blindado con vidrios polarizados, en el que prefiere volar de noche, a grandes
alturas, a fin de evitar francotiradores, retenes, "toritos" y casetas de cobro.
Debía de cualquier modo, bajar a tierra para
cargar gasolina.
Así, Santa Clos, ataviado con su rojo gorro de lana (knit cap), lentes goggles,
ancho mostacho y larga barba al estilo ZZ
Top, cayó en cuenta de que esa noche se encontraba surcando cielito-lindo mexicano.
El duende Tantor, jefe del Servicio Secreto a cargo de la Casa Blanca del Polo
(construida con hielos de la empresa Higa), envió un what’s app en el que se leía: "Amo Clos, se encuentra usted
sobrevolando el espacio aéreo correspondiente a la línea fronteriza entre Guerrero
y Michoacán; si desea usted mantenerse entre los seres vivos se sugiere dar vuelta en U y aterrizar en Guadalajara". Santa Clos
respondió con un like y enfiló su
pesado tráiler rojo rumbo al estado de Jalisco. Eran las tres de la mañana ¿Qué
gasolinera estaría abierta las 24 horas? Leyendo su mente recibió What’s app de Tantor: "gasolinera de los
Arcos cerca de la Minerva".
Aprovechando el viaje, Santa Clos, sin soltar el volante,
buscó en su iPhone la lista de regalos
para niños jaliscienses. Comenzaba con la letra A. Leyó: "Aristóteles". ¿Era
la lista de Guadalajara o la de Grecia?, caramba, se preguntó exasperado Clos,
cuando atisbó entre la profunda oscuridad de la noche, dos conos amarillos que
sobresalían entre las nubes. "¿Será un establecimiento de venta de helados?", dijo el
hombrón de abrigo de lana roja, mientras esquivaba la punta de los conos.
Cuál sería su sorpresa al descubrir que se trataba más bien de una catedral. What’s app de Tantor: "¡Bingo! Está
usted en suelo tapatío, amo Clos, se sugiere activar tren de aterrizaje".
Como
siempre, el maldito enano tenía razón; desde tiempo atrás se había vuelto una
especie de conciencia alterna:
-Canijo, Tantor, siempre tan Pepito grillo ¿Por quién me toma?
¿Acaso me ve como su Pinocho?- se decía a sí mismo Santa Clos-; pero no puedo
despedirlo, conoce todos mis secretos, incluso mi aventura con aquella chica
esquimal a la que le encantaban los juguetes. Eróticos, claro.
Del tablero de comando del pesado tráiler volador comenzó a
surgir una alarma intermitente (un bip-bip como el del Correcaminos) que
indicaba que se había detectado zona propicia para el descenso. Santa Clos jaló
la palanca que abría las compuertas bajo la caja del tráiler para que emergieran las
gigantescas patas metálicas de reno, articuladas para encajarse en tierra. Eran
ya las 3:45 de la mañana. El frío era intenso. A Santa Clos se le antojó un
café: "¿Por ventura habrá Oxxos en esta región
del mundo?", inquirió el obeso piloto de barbas blancas mientras buscaba uno de sus
puros Cohiba en el compartimento del
techo de la cabina. Cuando de pronto se escuchó un estruendo y la cabina del
conductor se sacudió como maraca. Santa Clos rebotó contra el volante
e hizo sonar el claxon ¡Había chocado con algo! "¿Qué pasa, qué sucede? ¡No
puedo ver nada!". What’s app de
Tantor: "Amo Clos, active el eyector del asiento para saltar fuera del vehículo; va ya en camino a
recogerlo un reno a la velocidad de la luz latigueado por el duende Ben-Hur".
Amanece en el centro de la ciudad de Guadalajara. Poco a
poco en las calles comienza a escucharse el rugir de los camiones urbanos que
atropellan peatones mañaneros. Los barrenderos con sus grandes escobas de paja
levantan polvaredas frente al Palacio Municipal. Cuando un murmullo de voces de
asombro comienza a circular por las calles. Un locutor de radio está ya
informando desde el sitio de los hechos:
-¡Un enorme tráiler rojo se encuentra en el fondo del pozo
donde antes estaba el Mercado Corona! ¡Nadie sabe cómo pudo brincar las
barreras de contención y las vallas de madera que por cierto, están intactas!
¿Cómo hizo entonces ese vehículo gigante para precipitarse hasta el fondo y caer sobre las cuatro ruedas? (MFM)
3 comentarios:
Sr. falcon, buenos días , debería de publicarlos en su twitter
Jajajajajajaja
Buen precuento.
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