lunes, 22 de diciembre de 2014

Precuento prenavideño 2: la idea de la na(ti)vidad

Cierta tarde de invierno, al fondo de un cafetería que hacía recordar un vagón de tren, sentados en un sillón verde en forma de hemiciclo en torno de una mesa de aglomerado, con sendas tazas de café, charlaban con desgano el Espíritu Santo y Dios. 
-Ah, Espírit, estoy cansado de hacer mundos, uno tras otro, uno tras otro. Se me ha vuelto rutina, ya no tiene chiste. Me aburro.
-¿Por qué, mi Dios, no se toma usted unas vacaciones? Cambie de galaxia.
 El mesero, un moreno regordete de bigote ralo y cabello hirsuto apenas domado con gel, enfundado en unos apretados pantalones negros con raya lateral de charol y una camisa blanca de manga corta quizá una talla por debajo de la suya que le impide bajar los brazos, más una corbatita negra de moño, acude a la mesa con una abombada jarra de café:
-¿Más café?
El Espíritu Santo asiente con la cabeza. El mesero cae en cuenta de que Dios, a fin de canalizar ansiedad, ha deshecho la servilleta de papel en tiritas y ha desmenuzado el pan bolillo en diminutas esferas de masa. Con su gran mano morena, el mesero pasa un trapo húmedo por encima de la mesa de aglomerado hasta dejarla oliendo a trapo mojado. Para verter a continuación café en las tazas de ambos clientes mientras les pregunta una vez más si desean los señores ver la carta del menú del día.
-Sólo café, gracias, pero ¿nos podría traer otro poco más de pan y más servilletas?- solicita sonriendo con amabilidad fingida el Espíritu Santo. El mesero se retira gruñendo quizá quejándose de la camisa como corsé. Dios vierte una nube de leche en su taza de café.
-Ya conozco todas las galaxias, las he recorrido una por una, todas al final me parecen iguales. Vamos, Espírit, propónme algo nuevo.
-¿No le apetece otro Big-Bang?
-Hablo en serio. No más rutinas de mago jubilado, me voy a deprimir. Y a mis años luz, tú sabes que somatizar tristeza es peligroso.
La calle se ve desde el interior de la cafetería a través de un gran cristal sobre el cual están pintadas las letras del nombre del establecimiento COSMOS, pero que los clientes leen invertidas desde dentro. Entre las letras y manchas de polvo del gran ventanal, el Espíritu Santo alcanza a ver de reojo un par de perros que trotan por la acera de enfrente. Debía de ser papá perro y su hijo perrito. Los sigue con la mirada hasta que se pierden al doblar la esquina.
-¿Le puedo hacer una pregunta personal?- dijo el Espíritu Santo observando a Dios fijamente al tiempo que sorbe de la orilla de su taza de café. Dios emite un bufido de enfado.
-Por favor, Espírit, no quiero hablar sobre lo que ocurrió antes del Big-Bang. Es bochornoso.
-No me refiero a eso, mi Dios, ni siquiera me atrevería a mencionarlo de nuevo. No, no se trata de ese incidente, digamos, ejem, íntimo.
-¿Entonces?
El mesero moreno con zapatos bostonianos de color de llanta desgastada, interrumpe a los comensales para colocar en el centro de la mesa la canasta de pan bolillo con galletas saladas; entrega luego a cada quien una sola servilleta de papel. "¿Desean algo más los señores? Les puedo traer el menú del día. Hoy tenemos una sopa de camaleón que..."
-Es todo, muchas gracias- brama Dios con voz grave.
El mesero intenta aflojarse el cuello de la camisa para aliviar un poco la presión de la corbata de moño negro.
-¿Les sirvo más café?
-¡Le he dicho que es todo, puede retirarse, gracias!- vocifera Dios esponjando ostentosamente su radiante halo de luz.
El mesero moreno se retira gruñendo y caminando a trancos quizá por lo apretado de la entrepierna del pantalón negro con raya de charol a los costados.
Dios encara al Espíritu Santo:
-Si de veras tienes una buena nueva, te escucho. De otra manera, voy a pedir la cuenta...
-Se lo diré, mi Dios, tal cual como lo estoy pensando en este momento: ¿no se le antojaría ser papá?
-¡Oh, por favor, a mi edad, y con estas canas doradas! ¿Qué mujer se fijaría en mí?
-Una virgen, por ejemplo.
-Te estás burlando, Espírit, voy a derramar la Vía Láctea sobre tu cabeza. ¿Acaso ya olvidaste lo que ocurrió con Adán? Eva nos jugó una mala pasada y...
-Permítame explicarle. Esta vez no tendrá que amasar un hijo del lodo.
-¿Entonces cómo?
-He pensado que podríamos mandar su gran Libido Divina con el Ángel que, como usted recordará, es neutro de género y conversador formidable. Basta con ordenarle que se manifieste ante una joven virgen para que él empiece a batir alas y a comadrear y transubstanciar así, la Libido Divina...
-Pero, ¿por qué precisamente una virgen, Espírit? Sabes que en ese rubro no tengo prejuicios.
-Pues para asegurarnos, mi Dios, de que lo que se geste en ese vientre femenino sea en realidad un producto de usted y sólo de usted...
-¡Claro, ahora te entiendo: un hijo mío en un vientre humano prestado! 
-¿Verdad que es una idea brillante?
-Eres un genio, Espírit, con razón traes siempre esa flamita encima de la cabeza. ¿Gastas mucho en gas?
-Tengo tanque estacionario, pero siempre a sus órdenes, mi Dios.
-¡Oh, ya puedo imaginarlo! Cuando nazca le pondré mi nombre: Dios, junior; o mejor, Diosito. ¿Te suena bien?
-Es decir que prefiere usted un Niño Dios ¿O una Niña Diosa?
(MFM).

2 comentarios:

Orav dijo...

B. Días Sr. Falcon, buenísimo precuento navideño 2, como sugerencia por que no el 3, el 4 o el 5?

Miguel A. Rodríguez dijo...

Ni Dios se salva del aburrimiento, o de los meseros imprudentes.