miércoles, 8 de octubre de 2014

Ensayo y error

Ícaro cae por su perfeccionismo (ni siquiera piensa en la posibilidad de error), por la euforia de saberse al fin arriba (la estrategia es subir, subir, subir), por encima de cualquier laberinto, sobrevolando a todos los que aún rondan perdidos allá abajo. Pero, borracho de éxito de repente el hijo de Dédalo sabe que se está ahogando. Se va sumergiendo a lo más profundo, seducido por el abismo océanico. A punto de la asfixia reacciona contra la muerte. No está dispuesto a darle ni un voto. Y sale a nado a la costa. Y regresa al laberinto para diseñar unas nuevas alas, más grandes y más fuertes que las fabricadas por el padre. Y emprende de nuevo el vuelo. Pero, esta vez no sólo no se expondrá a los rayos del Sol sino que disfrutará la trayectoria, gozará del paisaje a ojo de pájaro. En suma, va Ícaro 2.

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