viernes, 11 de julio de 2014

Semilla sin desperdicio

El modo de hacer pontífices



   Un joven arriscado


de una soltera estaba enamorado


y el tiempo que a su lado estar podía


el dedo la metía


para saciar de amor su ardiente llama


sin que pierda su fama,


y ella, en tanto, la mano deslizando


por bajo de la capa


(que es quien urgencias semejantes tapa),


manejándole aquello, cariñosa,


le sacaba la savia pegajosa.


A este entretenimiento


puso fin de la Iglesia el cumplimiento;


fue a confesar el joven, cabizbajo,


y contándole al fraile su trabajo,


en vano se disculpa,


pues Su Paternidad siente que es culpa


su diversión muy grave,


y en tono de sermón dice que sabe


que el Espíritu Santo


maldice al hombre que con vicio tanto,


por su infame malicia,


en la tierra su jugo desperdicia


cuando, bien empleado en cuerpo humano,


quizá produciría


un obispo o pontífice romano;


y que si le absolvía


era con condición de que volviese


pasada una semana


enmendado de culpa tan liviana


y que lo mismo hiciese


la cómplice infeliz de su delito.


Pasó el tiempo prescrito


y el penitente presentose ufano.


- Padre, le dijo, ya porque no en vano


en la tierra se vierta la simiente


al tiempo que al salir se precipita,


mi amada, diligente,


la ha recogido en esta redomita,


que traigo para que haga lo que quiera,


echándola a su gusto en cuerpo humano;


pero si mi opinión prevaleciera,


sólo haría un pontífice romano.
-Félix Ma. de Samaniego
en El Jardín de Venus

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