domingo, 4 de agosto de 2013

El ánimo traductor de Alicia/ Y el porqué de dos animales y un artesano

¿Por qué no enloquece Alicia al caer al mundo subterráneo a enfrentarse a lo desconocido, a lo invertido, incluso a lo per-vertido? ¿Por qué no enloquece aun cuando el gato de Cheshire le asegura que está loca? Porque Alicia nunca deja de traducir, de interpretar, de interrogar (wonder en inglés tiene la acepción de 'dudar', 'querer saber'... qué pasa en Wonderland), de interrogarse por el sentido de dicho entorno sorpresivo y en apariencia, absurdo, sin-sentido. En los dos momentos en que Alicia parece darse por vencida es cuando llora: primero al quedar atrapada apenas en la puerta de ingreso: y su llanto la salva (catarsis); y segundo, cuando se siente abandonada y malinterpretada por los animales que flotaron en su mar de lágrimas; pero reaparece el Conejo. Y de inmediato Alicia recupera el ánimo maravillloso de no dejarse intimidar ni vencer sino de continuar traduciendo simultáneamente qué significa... Wonderland. Las personas enloquecen cuando dejan de traducir, de interpretar; cuando las emociones fuertes (que producen llanto de desesperación, de dolor, de angustia) desvían o hacen perder la ruta, el camino, y no queda ánimo para interpretar, re-significar, otorgar sentido al entorno, a los personajes que se suceden uno a otro en el drama de la vida. Se enloquece cuando se cree que la razón está fuera de nosotros, que la tienen otros -pero no nosotros- y hay que depender de ellos, de su respuesta. El cuento de Alicia nos afirma y confirma la voluntad de razón, de saber de todo co-razón, de una niña... perdida que por su actitud se reencuentra al final. Así, cabría retitular el relato: Alicia en el País de las Maravillas de Interpretación, de Traducción. Es la tradición (re)significativa de la cultura occidental; lo contrario es la traición -nótese que la palabra sólo pierde la 'd'- del sinsentido que conduce a la locura: la pérdida de la razón; o mejor, de la corazonada de la razón.
Antes de inquirir sobre la forma en que el ilustrador John Tenniel representó a los personajes de Carroll, surge la pregunta previa: ¿por qué dos animales y una persona? ¿Por qué una liebre, un lirón y un señor que manufactura sombreros? ¿Y por qué se encuentran prisioneros o fijos en una mesa a la hora del té? Recuérdese que el gato de Cheshire se los describe a Alicia como locos. Así, una liebre de (o en) marzo (a March Hare) es porque las liebres macho entran en celo en dicho mes y su comportamiento se torna eufórico, errático, hiperkinético (Tenniel cubre la cabeza de la liebre con paja porque desde la Edad Media la gente que se sentía pecaminosa o poseída por el demonio -o por un gran dolor o duelo-, se echaba tierra, hierbas y paja en la cabeza y la cara para cubrir la vergüenza, para enterrarse en vida; más tarde, tal hábito se volvió obsesivo, reiterativo, neurótico y la gente recurría a él de manera compulsiva para purificarse, para limpiarse... como loca). El lirón (o Dormouse) es un ratón de campo que hiberna largas temporadas, de ahí que se le represente cayéndose de sueño. El Sombrerero Loco (Mad Hatter) surge de un dicho popular anglosajón del siglo XIX, precisamente: Mad as a hatter, pues los fabricantes de sombreros (los sombrereros), al tratar el fieltro de la prenda masculina entonces indispensable junto con la corbata, inhalaban una sustancia química (nitrato de mercurio) que los mareaba y trastornaba por breves períodos de tiempo (los ponía pachecos). Entonces, al llegar a la mesa, Alicia se topa con tres estados alterados de conciencia: por el celo (la libido); el sueño o soñar despierto; y la retórica o verborrea abstracta (adivinanzas, retruécanos, poemas, cálculos, juegos de palabras, etcétera) representada por un enorme sombrero de copa (o la conciencia inflada, hinchada, hipertrofiada -un ejemplo: el academicismo abstruso). El problema es que los tres estados alterados de conciencia (celo, sueño y retórica o palabras huecas), es decir, las tres perturbaciones más frecuentes de la conciencia alerta, lúcida y despierta obstaculizada por los tres personajes simbólicos que se enredan y distorsionan mutuamente, intentan atrapar a Alicia que por fortuna reacciona antes de compartir la locura y abandona el lugar. Y la Liebre, el Lirón y el Sombrerero repiten obsesivamente la ceremonia de la hora del té (a las 6 de la tarde justo donde se detuvo el reloj de bolsillo del Sombrerero) por... miedo. Más adelante se descubre que por terror a que les corten la cabeza. Esto es, si el miedo enloquece cuantimás el miedo al poder absoluto (encarnado por la castrante Reina de Corazones Rojos -oh, la sangrienta ironía del amor). MFM.
En lamentable distorsión oclusiva, Disney sustituyó la paja en la cabeza de la Liebre por mechones rubios.

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