viernes, 4 de enero de 2013

Cardioapunte

Tú buscas la felicidad en el corazón humano, y para eso le destrozas, hozando en él, como quien remueve la tierra en busca de un tesoro
-Fígaro
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¿Dónde, cuándo, por qué surge la metáfora del órgano del corazón como sede, hábitat, fuente, nido del amor? En balde se esgrimirá el argumento de los latidos como tambores en el pecho: ahora se sabe que es la adrenalina la hormona responsable de bombear la sangre cuando escuchamos: "quiero hacer el amor". ¿Y las feromonas? Las responsables del aroma del cariiño, las que nos ponen a salivar por la otra persona, ¿no son vehículo, instrumento de la pasión amorosa? La topografía sentimental falla como cuando se opone, también como metáfora, el cerebro al corazón que posee razones que la razón (léase, el cerebro) ignora. Así, la frase "te quiero con todo mi corazón" se antoja limitada; y se puede complicar, por ejemplo: "te quiero con toda mi alma". ¿Y qué es, dónde está, cómo es el alma? Y es que a la hora -de veras- del amor, se ejecuta un salto... para acceder a otro nivel, a otra dimensión, a otro lenguaje como, verbigracia, un beso (de preferencia, chiquito para no sentir que el corazón se sale por la boca), un abrazo, un apretón de manos, una caricia: el cuerpo habla, mira, observa silencioso. Bien puede latir el corazoncito a su ritmo, real o metafóricamente, siempre y cuando ocurra el amorsch, esto es, que surja el idioma corporal. (MFM)

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