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El Zar Iván IV (Iván el Terrible) muestra sus tesoros al embajador británico Jerome Horsey, 1875, Alexander Litovchenko
La sala de los tesoros del Zar, una suerte de tienda de anticuario, se muestra alfombrada, acolchonada, mullida, a fin de ensordecer el ambiente de intriga palaciega. Así, obsérvese a la izquierda, al fondo, al embajador de España que junto con su valido, grilla al embajador de la reina Isabel I de Inglaterra, que aparece al centro del cuadro, con cara de circunstancias fingiendo interés por las chucherías, pero en realidad, aburrido hasta el tuétano, ataviado de blanco y capa roja, con su secretario particular detrás que alcanza a escuchar los cuchicheos a sus espaldas de los tres consejeros del Zar quien, con un tocado morado, sentado, gruñiendo, expone al escrutinio del embajador, una silla de montar;
detrás del zar Iván el Terrible aparece, pasmado, junior,
el príncipe heredero Teodoro,
con cara de bobo regañado aprendiendo los secretos y maneras de la corte.
En la escena aparecen dos empleados más del zar:
el diligente administrador agachón, encargado de la sala del tesoro, que dispone sobre la mesa objetos dignos de consideración... y el relajado,
despatarrado bufón
que cuenta anécdotas chitochas sobre los objetos de la colección,
en realidad,
un espía al servicio del Zar, pero amigo sobornable
del secretario particular del embajador inglés.
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