jueves, 24 de noviembre de 2011

Firme aquí

Leo que "la firma autógrafa es un signo manuscrito que vincula a la persona con un acto jurídico en tanto que es identificadora de la persona, así como de sus derechos y obligaciones sobre el convenio de que se trata."
Recuerdo que desde la escuela primaria y secundaria, muchos compañeros se esforzaban durante horas y horas en el pupitre, con la pluma o el lápiz, por obtener el diseño de su propia firma con la ansiedad de quien busca descubrir EL signo totalmente original, único, sólo redactable por su propio autor. Se hablaba incluso de trazar una firma veloz, audaz y vigorosa como látigo, en general, como así lo hacía el papá o el resto de los adultos. Y del trazo pergeñado y ensayado y autocopiado y vuelto a copiar en decenas de hojas de cuaderno, emanaba luego cierto poder misterioso -según opinaban los más enterados- mientras más ilegible resultara la firma. Yo veía sólo garabatos. Pero cada compañerito podía explicar, cuando se le preguntaba, bajo qué forma manuscrita se encontraban disimuladas y simbolizadas las letras iniciales de su nombre y apellidos. Es decir, la firma, ilegible para mí, podía ser traducida con toda claridad por su autor que sonreía satisfecho del logro de su pequeño jeroglífico. Orgullo infantil y adolescente, con cierto tufo machista, de cifrar en un signo vigoroso... la personalidad. Pero, yo seguía sin entender. En efecto, ¿qué caso tenía esforzarse por conseguir un signo magnífico si luego nadie lo podía leer? ¿Cómo se sabría que aquella maraña de rayas o nudos caligráficos... era precisamente tal persona? Yo abogaba por la firma legible. "No seas tonto", me refutaron, "si cualquiera puede leer fácilmente tu firma, cualquiera te la puede copiar." ¿Y? Aunque la copiase Juan Cuerdas, en su fuero íntimo él sabría que no era yo; además, si copiaba mi firma, ¿dónde quedaba la tan ansiada búsqueda de originalidad, de identidad, de personalidad cifrada? Hasta que algún compañerito, cuyo padre trabajaba en un banco, formuló un argumento de adulto: "¿y si te falsifican un cheque?". Pero en mi mundo de la niñez no existían las chequeras. De manera que insistí en mi punto de vista: la firma debe ser legible para que sepan quién soy. Oh, ingenuidad grafológica infantil, pero, oh, acierto de caricaturista.

No hay comentarios: