miércoles, 26 de octubre de 2011

Reliquia y relicario/ Forma y contenido/ ¿Sangre y qué más?

Ratzinger besa el relicario que contiene la ampolleta que contiene sangre de Wojtyla
Se trata, según la describe el Vaticano, de una “pequeña botella de sangre, inserta en un precioso relicario” realizado por el escultor Carlo Balljana, por encargo de la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. El Vaticano tuvo mucho empeño en aclarar que “la sangre se encuentra en estado líquido, circunstancia que se explica por la presencia de una sustancia anticoagulante presente en el momento de la extracción”. El interés en explicar el porqué del estado líquido, después de los años transcurridos, se debe al temor de que los fieles italianos, sobre todo los napolitanos, monten escenas parecidas a las que se producen con la sangre de San Genaro, patrón de la ciudad, que periódicamente pasa de estado sólido a líquido.
- ¿"De estado sólido a líquido" como en la...?
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"En el pasado verano reanudé, durante mi viaje de vacaciones, mi trato con un joven de extensa cultura y que, según pude observar, conocía algunas de mis publicaciones psicológicas. No sé por qué derroteros llegamos en nuestra conversación a tratar de la situación social del pueblo a que ambos pertenecemos, y mi interlocutor, que mostraba ser un tanto ambicioso, comenzó a lamentarse de que su generación estaba, a su juicio, destinada al fracaso, no pudiendo ni desarrollar sus talentos ni satisfacer sus necesidades. Al acabar su exaltado y apasionado discurso quiso cerrarlo con el conocido verso virgiliano en el cual la desdichada Dido encomienda a la posteridad su venganza sobre Eneas: Exoriare... ,
pero le fue imposible recordar con exactitud la cita e intentó llenar una notoria laguna que se presentaba en su recuerdo cambiando de lugar las palabras del verso:
Exoriar(e) ex nostris ossibus ultor!
Por último, exclamó con enfado:
"No ponga usted esa cara de burla, como si estuviera gozándose en mi confusión, y ayúdeme un poco. Algo falta en el verso que deseo citar. ¿Puede usted decírmelo completo?"
En el acto accedí con gusto a ello y dije el verso tal y como es:
- Exoriar(e) aliquis nostris ex ossibus ultor!
("Deja que alguien surja de mis huesos como vengador")

-¡Qué estupidez olvidar una palabra así! Por cierto, que usted sostiene que nada se olvida sin una razón determinante. Me gustaría conocer por qué he olvidado ahora el pronombre indefinido aliquis.

Esperando obtener una contribución a mi colección de observaciones, acepté enseguida el reto y respondí:

-Eso lo podemos averiguar enseguida, y, para ello, le ruego a usted que me vaya comunicando sinceramente y absteniéndose de toda crítica todo lo que se le ocurre cuando dirige usted sin intención particular su atención sobre la palabra olvidada.

-Está bien. Lo primero que se me ocurre es la ridiculez de considerar la palabra dividida en dos partes: a y liquis.

-¿Por qué?

-No lo sé.

- ¿Qué más se le ocurre?

-La cosa continúa: reliquias-liquidación-líquido-fluido. ¿Ha averiguado usted ya algo?

-No, ni mucho menos. Pero siga usted.

-Pienso -prosiguió, riendo con burla- en San Simón de Trento, cuyas reliquias vi hace dos años en una iglesia de aquella ciudad, y luego en la acusación que de nuevo se hace a los judíos de asesinar a un cristiano cuando llega la Pascua para utilizar su sangre en sus ceremonias religiosas. Recuerdo después el escrito de Kleinpaul en el que se consideran estas supuestas víctimas de los judíos como reencarnaciones o nuevas ediciones, por decirlo así, del Redentor.

-Observará usted que estos pensamientos no carecen de conexión con el tema de que tratábamos momentos antes de no poder usted recordar la palabra latina aliquis.

-En efecto, ahora pienso en un artículo que leí hace poco en un periódico italiano. Creo que se titulaba "Lo que dice San Agustín de las mujeres". ¿Qué hace usted con este dato?

-Por ahora, esperar.

-Ahora aparece algo que seguramente no tiene conexión alguna con nuestro tema...

-Le ruego prescinda de toda crítica y...

-Lo sé, lo sé. Me acuerdo de un arrogante anciano que encontré la semana pasada en el curso de mi viaje. Un verdadero original. Su aspecto es el de una gran ave de rapiña. Si le interesa a usted su nombre, le diré que se llama Benedicto.

-Hasta ahora tenemos por lo menos una serie de santos y padres de la Iglesia: San Simón, San Agustín, San Benedicto y original-Orígenes. Además, tres de estos nombres son nombres propios, como también Pablo (Paul), que aparece en Kleinpaul.

-Luego se me viene a las mientes San Genaro y el milagro de su sangre... Creo que esto sigue ya mecánicamente.

-Déjese usted de observaciones. San Genaro y San Agustín tienen una relación con el calendario. ¿Quiere usted recordarme en qué consiste el milagro de la sangre de San Genaro?

-Lo conocerá usted, seguramente. En una iglesia de Nápoles se conserva, en una ampolla de cristal, la sangre de San Genaro. Esta sangre se licua milagrosamente todos los años en determinado día festivo. El pueblo se interesa mucho por este milagro y experimenta gran agitación cuando se retrasa, como sucedió una vez durante una ocupación francesa. Entonces, el general que mandaba las tropas, o no sé si estoy equivocado y fue Garibaldi, llamó aparte a los sacerdotes y, mostrándoles con gesto significativo los soldados que ante la iglesia había apostado, dijo que esperaba que el milagro se produciría enseguida, y, en efecto, se produ...

-Siga usted. ¿Por qué se detiene?

-Es que en este instante recuerdo algo que... Pero es una cosa demasiado íntima para comunicársela a nadie. Además, no veo que tenga conexión ninguna con nuestro asunto ni que haya necesidad de contarla...

-El buscar la conexión es cosa mía. Claro que no puedo obligarle a contarme lo que a usted le sea penoso comunicar a otra persona; pero entonces no me pida usted que le explique por qué ha olvidado la palabra aliquis.

-¿De verdad? Le diré, pues, que de pronto he pensado en una señora de la cual podría fácilmente recibir una noticia sumamente desagradable para ella y para mí.

-¿Que le ha faltado este mes la menstruación?

-¿Cómo ha podido usted adivinarlo?

-No era difícil. Usted mismo me preparó muy bien el camino. Piense usted en los santos del calendario, la licuefacción de la sangre en un día determinado, la inquietud cuando el suceso no se produce, la expresiva amenaza de que el milagro tiene que realizarse o que si no... Ha transformado usted el milagro de San Genaro en un magnífico símbolo del período de la mujer."

- Psicopatología de la vida cotidiana, 1901, Sigmund Freud.

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