jueves, 29 de septiembre de 2011

Suerte

Las primeras herraduras -como casi todo en la cultura ocidental- las fabricaron los griegos que fijaban las pezuñas del caballo con siete clavos. Según otro griego, Pitágoras, el número siete era mágico. Además, la forma en U invertida de la herradura trazaba la ruta del sol, del día, en el horizonte. Siete días forman la semana: la herradura se convertía en amuleto que ponía en la mano todos los días. Como el cariiño, la herradura no se compra ni se regala: se encuentra. Hallarla es buen augurio, más si la persona escupe sobre ella y la arroja por encima del hombro izquierdo. Su suerte durará todo el tiempo (o todos los días) que los clavos permanezcan en la herradura. ¿Qué pasa cuando se fuerza el cariiño o la suerte?

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