martes, 12 de julio de 2011

Sobre aviso...

La realidad y las espaldas
-Jesús Silva-Herzog M

La mayor tentación de la política es darle la espalda a la realidad. Ése es el error más común y también el más costoso del oficio. El político suele darse un lujo que ningún carpintero podría tomarse: negar lo que tiene en frente. El carpintero que cierra los ojos termina con el clavo en la uña, el político que hace lo mismo pasa por visionario, por tenaz, por decidido. Tiendo a pensar que el político se engaña a sí mismo más frecuentemente de lo que nos engaña. Sí: con frecuencia disfraza, adorna, oculta la realidad para su beneficio. La mentira es moneda común de ese comercio. Pero creo que la primera trampa de la política es la trampa que el político se tiende involuntariamente a sí mismo. Ve lo que le complace, oye lo que lo halaga, descree de lo que lo impugna. La percepción del político se filtra normalmente con autoengaño.
Las elecciones recientes en el Estado de México han dado muestra de esa tendencia. Para los partidos derrotados es más cómodo reiterar una cantaleta que emprender el camino de la autocrítica. A la crisis en que la elección los sumerge, los partidos responden con pancartas, no con argumentos. Darle vueltas a una matraca es más sencillo que taladrar en su conducta. PAN y PRD se empeñan en darle la espalda a la realidad: perdieron por las razones comunes: una combinación de aciertos del adversario y errores propios. Lo hicieron en circunstancias que, desde luego, están lejos de ser ideales pero, ¿puede con franqueza atribuirse a la trampa una victoria tan holgada? ¿Puede alguien creer que se activaron los mecanismos norcoreanos a los que aludió el presidente Calderón en San Francisco refiriéndose al antiguo régimen para darle la reelección al PRI en el Estado de México? ¿Es aceptable el argumento de López Obrador de que los “anestesiados” votaron por sus “verdugos”? Ni lo uno ni lo otro. Ganó el PRI porque logró preservar su unidad, porque presentó un candidato que no lo debilitó, porque tiene de su lado el imán de una atractiva candidatura presidencial. Ganó el PRI porque sus adversarios jugaron muy mal sus cartas. Exhibieron su convencimiento de que solos no podrían ganarle al PRI, se organizaron para aliarse, invitaron a la gente a respaldar su coalición y terminaron caminando por su cuenta. Antes de empezar la campaña habían anunciado su derrota. Nos decían que la alianza era la única forma de parar a Peña Nieto y darle una zancadilla a su candidatura presidencial pero, ¿eso querían los mexiquenses? ¿Era sensato pensar que los unificaría el horror de ver a su gobernador como presidente? ¿Comparte el electorado las fobias de la clase política? ¿Son electoralmente rentables los lugares comunes de los opinadores? Tal parece que esas pesadillas no resultaron tan persuasivas. Los voceros del PAN y del PRD lo advirtieron muchas veces: solos perderemos. Al final caminaron solos… y perdieron.
La tarea hoy está del lado de los opositores al PRI. Mi impresión es que el viejo partido hegemónico, a pesar de no tener un discurso reformista, a pesar de no haber cambiado sus hábitos, a pesar de seguir siendo una confederación de complicidades, a pesar de tener como candidato prácticamente único a un hombre sin ideas, tiene una ventaja sobre sus adversarios: un trato más cercano con la realidad. El PAN y el PRD han escogido hasta el momento la misma ruta para encarar el desafío de un PRI fuerte y confiado: negar la realidad. Han restaurado el discurso del régimen autoritario que amenaza con restablecerse para ubicarse de nuevo en la comodidad de la superioridad moral. Somos éticamente superiores al PRI, dicen. Somos los demócratas y los otros son la esencia autoritaria. Los priistas no pueden ganar limpiamente nos dicen el PAN y el PRD—como si fueran encarnaciones de la purísima democracia.
¿Puede el PAN, responsable de darle una segunda vida al corporativismo priista, lanzarse contra el peligro de la restauración autoritaria”? ¿Será el grito de guerra contra la “mafia” que se adueñó del poder un llamado convincente al voto? ¿Es razonable centrar la estrategia electoral del 2012 en el horror a la restauración priista? ¿No tienen los panistas y perredistas mucho que aprender de lo que acaba de pasar? Creo que, en lugar de organizar movilizaciones contra la supuesta elección de Estado, los adversarios del PRI deberían estudiar con madurez lo que pasó. Deberían analizar cómo votaron los jóvenes, por ejemplo.
No creo que que el libreto antipriista que funcionó en el 2000 sirva de nuevo. El antipriismo, ese anhelo del oxígeno que implicaba la alternancia, el hartazgo del viejo monopolio pudo haber dado energía a la campaña de Vicente Fox. Hoy parece cerillo mojado. Para combatir al PRI de hoy es necesario escapar del rústico discurso de panistas y perredistas. Habría que empezar por darle la cara a la realidad de hoy.

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